miércoles, 1 de mayo de 2013

EL CARDENAL RATZINGER y los NACIONALISMOS

El 13 de julio de 1997, el Cardenal Ratzinger pronunció una homilía en su localidad natal, Marktl am Inn, en la que explicaba la transición del Concilio Vaticano I al Vaticano II.

Empezó refiriéndose el Cardenal a como el Concilio Vaticano I coincidía en el tiempo con la terminación de la guerra franco-alemana surgiendo dos fuertes estados nacionales: Alemania e Italia. Contemporáneamente desparecía el estado de la Iglesia, es decir el poder temporal del papado. El Concilio Vaticano I arrojó luz sobre el carácter puramente espiritual de la Iglesia, libre ya de todo estorbo temporal. Cuando el principio de la nación celebraba su propio triunfo el Concilio le contrapuso el principio de la unidad espiritual. Siguió el Cardenal diciendo:
..".Que la nación es un valor y no se puede contestar. Pero allí donde se absolutiza se vuelve peligrosa.
...En la historia de los últimos ciento cuarenta años vemos cuánta sangre y cuántas lagrimas se han derramado a causa de la embriaguez del nacionalismos, no solo en Europa, sino en todo el mundo. Y esto porque todos (también nosotros cristianos, nosotros católicos) eran en general ante todo alemanes, franceses, italianos, ingleses.... y solo en un segundo momento cristianos y católicos.
Hemos olvidado demasiado lo que aprendimos precisamente de la Escritura, o sea, que todos nosotros en nuestra diversidad, que debía ser riqueza del estar juntos, estamos destinados a ser juntos hijos de Dios, hermanos de Jesucristo, una gran familia y que el mundo- como dice la Escritura- no es unido por la fuerza de una nación particularmente significativa que se conciba como nación dominante o preelegida, sino que más bien resulta unificado a través de quien puede unir cielo y tierra-Jesucristo-. Así el hecho de situar el principio de la unidad por encima de los confines nacionales, aunque lamentablemente veleidoso en nuestra historia, ha resultado de gran actualidad y no solo para entonces.
Tal principio de unidad es urgente también hoy, pues nos hallamos dentro de tantísimos entrelazamientos y dependencias políticas y económicas que ya nadie puede salir de ahí. Hasta el punto de que queremos retirarnos de la dimensión espiritual, religiosa, en nuestro mundo, en nuestro caparazón. Entonces si no es el grupo por el que simpatizamos, será la conciencia-que a menudo es solo un nombre de cobertura para nuestros deseos personales y nuestras opiniones, la que se comprende como última instancia.
...Todo ello se enmarca en la gran verdad de nuestro ser una sola cosa a partir de Dios Padre, de Jesucristo.
....Deberíamos reconocer el hecho de que la unidad no es solo don, sino que nos plantea exigencias....
Deberíamos esforzarnos por compartir en la gran unidad lo que es nuestro para ser también capaces de recibir de los demás.

Terminó diciendo que el Vaticano I se disolvió por una nueva guerra entre los pueblos y el Vaticano II continuó lo que había quedado interrumpido. La primera frase del texto sobre la Iglesia dice: "La luz de los pueblos es Cristo (Lumen Gentium 1) y por lo tanto la Iglesia existe para transmitir esa luz.

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