domingo, 4 de septiembre de 2016

La homilía de Don Julián para el domingo 4 de septiembre

“Tenéis que abandonar… para seguirme” En tiempos de la 1ª Guerra Mundial vivía en Roma el escultor bohemio J. Weirich.
Tuvo la idea de expresar la alegría (Vida) y el sufrimiento (Cruz). Puso dos esculturas situadas una frente a otra: La Navidad y la Piedad. La Navidad representaba una Virgen sana, fuerte, que mostraba a su hijo lleno de vida. Los ojos de la Virgen brillaban de felicidad y de esperanza. ¿No es esto lo que siente y sueña una madre mirando a su hijo recién nacido? La Piedad expresaba todo lo contrario. El cuerpo muerto de Jesús yacía sobre sus rodillas. ¡Una madre mostrando su hijo muerto! La Piedad tiene los ojos mirando para abajo. No se atreve a mirar hacia adelante: su felicidad y esperanza se disiparon.  Pero la Piedad de Miguel Ángel difiere de la expuesta por Weirich. En la de Miguel Ángel la Virgen mira a su hijo muerto, pero lo mira con esperanza. Ella también había mantenido su esperanza en que Dios no dejaría en una tumba para siempre al que era Hijo de Dios. La Virgen María de la Piedad de Miguel Ángel, tiene el cuerpo de Jesús muerto, pero no humillado por la muerte ni el fracaso. Sabe la Virgen que aquel Cuerpo es el futuro de todos los hombres de todas las épocas de la humanidad.  El discípulo que entrega su vida por Jesús, la recobrará y la gozará en una felicidad sin fin. -
¿Cómo lleva usted las cruces de cada día? 
- ¿Confía en las promesas de Cristo?
- ¿Sabe sufrir contrariedades sin hacer dramas? -
¿Ayuda a su familia en sus adversidades?