La señal del
cristiano es su amor a los demás.
Jesús sabía
que Judas Iscariote le traicionaría, pero no le excluye. ¿Por qué? Porque el
Amor no es excluyente. El amor siempre suma, nunca resta. ¡Dios no excluye de
su Amor a nadie, ni siquiera a la persona que le excluye a Él!
Judas
traiciona a Jesús no por fragilidad o malicia humana, sino porque su amor a
Jesús era tan efímero que Satanás lo escogió como instrumento. ¡Una persona que
no ama es una persona muy peligrosa! Así que la última recomendación de Jesús
es: ¡Amaros! Jesús lo encarga como mandamiento. Ya no nos invita a amar al
prójimo como a nosotros mismos, como mandaba la ley Levítica (19, 18) sino “amaros como os he amado y Yo
os amo”.
El amor no es
soltar frases bonitas ni poner caras flanes, ni prometer amor eterno. Amar de
verdad es SERVIR, es ser ÚTIL a quienes decimos que amamos. Y Jesús da ejemplo
lavando los pies a sus discípulos. De Maestro pasa a ser siervo, esclavo de
quienes ama.
El libro de
los records (Guinness) señala que el sermón más largo de la historia duró 60
horas y 31 minutos, predicado por un pastor de la iglesia Unitaria. El sermón
más corto fue el de un cura católico que después de leer el Evangelio de hoy
dijo sólo una palabra: Amor.
Tenemos que
preguntarnos: ¿Cuándo amamos y por qué amamos? ¿Cuándo odiamos y por qué
odiamos? Si Dios nos ama, seamos como seamos, ¿con qué derecho dejamos de amar
nosotros, nos caiga o no simpática una persona?
Recuerda la respuesta de Madre Teresa a un periodista al decirle: “Yo eso
no lo haría ni por un millón de dólares”: La Madre Teresa le dijo: “Yo tampoco
lo haría por un millón de dólares, lo hago por amor”. ¡Amar el amor de Dios que
hay en cada uno de nosotros y en los demás.