domingo, 27 de octubre de 2013

La Homilía de Don Julián del domingo 27 de octubre

30 T.O.  (27 Octubre) 

Lc 18, 9-14
“Ten compasión de mí, que soy pecador”
El primer paso para acercarse a Dios es la humildad, la sinceridad de corazón y el reconocimiento de los pecados. ¿Quién puede presentarse ante Dios diciéndole: “Soy tan bueno, hago tantas cosas, soy tan
cumplidor, que soy merecedor de tu amor y de cuanto te pida”?
Dicen que todos tenemos un precio, y es verdad. Hasta Dios se deja comprar. ¡Cómo! Usted llega ante Dios, le pone a sus pies el corazón y le dice que siente haberle ofendido y que le ama a pesar de tantas ofensas, y Dios le abraza y olvida las ofensas.
El fariseo del Evangelio no habla con Dios, habla consigo mismo, se escucha a sí mismo. No le da gracias a Dios por su ayuda para ser bueno, sino “por no ser como los demás”. Dios le podría haber preguntado: “¿No eres como los demás por tus propias fuerzas o por las gracias que yo te concedo?”. Seguro que el fariseo hubiese respondido: “Yo, yo lo he conseguido”.
Recordemos las palabras de la Virgen María en el Magníficat: “Dios derriba a los soberbios de sus tronos y enaltece a los humildes” (Lc 1, 52).
El fariseo rezaba con los labios, pero no con el corazón.
El fariseo ayunaba de alimentos, pero no de orgullo.
El fariseo cumplía las leyes, pero no con el precepto del amor.
Recordemos la tragedia del Titanic, el baro que “ni Dios podría hundirlo”.
Al subir a bordo del Titanic, un sacerdote lituano llamado Jonzas recibió una tarjeta blanca que le daba derecho a un puesto en los botes salvavidas en caso de peligro y tener que abandonar el barco. Ocurrió la catástrofe y a punto de subir en un bote salvavidas oyó los gritos desesperados de un padre de familia numerosa. El sacerdote se acercó y le dijo: “No llore, tome mi tarjeta y ocupe mi lugar”. Los testigos presenciales contaron que el sacerdote se hundió con el barco, dando la absolución al resto de los pasajeros que se hundían con él.
Dio la vida dio el perdón. El sacerdote Jonzas, abrió las puertas del Cielo, pues en su corazón llevaba las palabras y promesas de Cristo: “A quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados” “Quien pierda la vida por mí, la recobrará”.
-         El fariseo era un narcisista. Su espejo era su “cumplimiento” de la ley.
-         El pecador, era un hombre débil, pero su espejo era el amor de Dios, y por eso se sentía indigno hasta de levantar la cabeza.

¿A quién se parece usted?

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martes, 22 de octubre de 2013

¿ Qué es el amor?

Si necesitas alguien para ser feliz, eso no es amor.. Es carencia.

Si tienes celos, inseguridades y haces cualquier cosa para mantener a esa persona a tu lado, aún sabiendo que no eres correspondido, eso no es amor, es falta de amor propio.

Si crees que tu vida queda vacía sin esa persona y no consigues imaginarte solo, manteniendo una relación que se acabó, eso no es amor..Es dependencia.

Si piensas que el ser amado te pertenece: te sientes dueño y señor de su vida y no le das oportunidad de expresarse, de decidir, eso no es amor, es egoísmo si no lo deseas: y sin embargo quieres estar a su lado, eso no es amor   Es amistad.

Si tu corazón late más fuerte y tu temperatura sube y baja vertiginosamente, solo en pensar en la otra persona, eso no es amor..Es pasión..


El amor es: Paciente, Servicial. No tiene envidia. No actúa con bajeza. No busca su propio interés. No se deja llevar por la ira. Olvida las ofensas y perdona. No se alegra de algo injusto. Siempre le agrada la verdad. El amor lo disculpa todo, todo lo cree, todo lo expresa y todo lo soporta. El amor nunca pasará.

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domingo, 20 de octubre de 2013

La Homilía de Don Julián, domingo 20 de octubre de 2013 DOMUND

29 T.O.  DOMUND (20 Octubre) 


Lc 18, 1-8.
¿Encontrará fe en la tierra?
Aunque usted no lo crea, Dios hará justicia a los que le piden ayuda porque los poderosos los pisan, los engañan o los miran con indiferencia.
Hoy vemos a unos que se enriquecen, no por su trabajo, sino por sus puestos de poder, y otros, los pobres o ciudadanos normales, que ante tantos abusos no tienen más salida que pedirle a Dios ayuda.
Esta situación es típica en la historia humana. Hoy, como ayer, los ciudadanos piden justicia, no con grito marxista, sino anhelo de limpiar la sociedad de actitudes y hechos vergonzantes.
El problema de Hoy, de esta sociedad nuestra, no es el de la división social de los hombres, no es la crisis económica, sino de Fe. Quien cree en Jesús siguen el camino de Jesús, quien no cree en Él sigue el camino del egoísmo. Por eso dice el Evangelio: “Cuando venga el Hijo del Hombre, ¿encontrará fe en la tierra?”.
La Fe nos lleva a la ORACIÓN y la oración es hablar con Dios desde el silencio, pero también es el espejo de nuestras obras.
Sabemos que san Lucas era médico y es él precisamente el evangelista que presenta la oración como clave  para purificar conductas corruptas y abrirse a las enseñanzas de Jesús. Lucas nos dice en el Evangelio que hay que orar siempre y con perseverancia, que Dios nos escucha aunque no lo parezca.
Orar y perseverar en la oración
Se cuenta que un joven sacerdote que estaba en una parroquia cerca de Ars, fue un día a confesarse con el cura de Ars, san Juan Bautista Vianey. Le confesó su amargura pues a pesar de lo mucho que trabajaba, veía que sus feligreses cambiaban para bien muy poco. “¡Hago todo lo posible, pero no veo frutos!”. El cura de Ars le dijo: “Reza con toda tu alma a Dios, no te desanimes, reza”.
Si a la segunda o tercera vez de pedirle algo a Dios y no conseguimos, lo dejamos, estamos manifestando poca confianza en Dios.
Ponlo en tu cabeza. Dios no se parece en nada al juez inicuo, sin escrúpulos e injusto que no teme a Dios y se ríe de los pobres. Dios, siempre, siempre ESCUCHA y atiende a las súplicas sinceras.
Una señora devota acudía todos los días a misa de nueve. Por el camino se encontraba mendigos a quienes ni los buenos días les daba. Un día llegó a la Iglesia y se encontró con la puerta cerrada y un cartel que decía: “Hoy me puedes encontrar en los pobres que desprecias”.

Ya sé que la historieta tiene mucho de tópica, pues el 90 % de los que van a Misa atienden directamente o a través de Cáritas a los pobres, pero nos sirve de recordatorio, para que no olvidemos que los desprecios o indiferencias son arañazos que infligimos a los corazones.

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jueves, 17 de octubre de 2013

Con Dios todo se puede....

¡Los científicos dicen que no puede ocurrir! ¡Es imposible!
La teoría de la aerodinámica es muy clara. Los abejorros no pueden volar.
Se debe al tamaño, el peso y la forma del cuerpo del abejorro no está en relación al tamaño de sus alas, lo que, aerodinámicamente, hace imposible que pueda volar.
El abejorro es demasiado pesado, ancho y largo para volar con alas tan pequeñas.
Sin embargo, el abejorro sabe todas esas proporciones y datos científicos y vuela.
Dios creó al abejorro y le enseñó a volar. Obviamente que el abejorro no le preguntó a Dios sobre el problema de la aerodinámica.
Él, simplemente, voló. Tampoco le preguntó a Dios si sabía lo que estaba haciendo. Él, simplemente, voló. No se preguntó si Dios lo amaba, al darle esas alas tan pequeñas. Él, simplemente, voló.
Cuando Dios nos creó nos equipó para la vida que tenemos por delante. Dios sabe los planes que tiene para nuestra vida.
Como nos ama, nos prometió estar con nosotros, enseñarnos, guiarnos, ser nuestra roca. Todo lo que tenemos que hacer es confiar y obedecer.
Dios no está limitado por nuestra comprensión de cómo suceden las cosas. Sólo porque no vemos algo, no significa que no sea real.
La fe es, verdaderamente, la sustancia de las cosas que no se ven. A veces, la vida es inexplicable y sucede lo imposible.
No siempre podemos explicar las cosas.
Y el hecho de que no entendamos cómo se hace algo, no significa que el Dios Todo poderoso no pueda hacerlo.

Todo lo puedo en Cristo que me fortalece. Filipenses 4:13

lunes, 14 de octubre de 2013

Los hijos de las tinieblas

Los hijos de las tinieblas son más astutos que los hijos de la luz.
No son pocos los católicos que ante los problemas, dificultades y males que ven dentro o fuera de la Iglesia, adoptan una postura pasiva de inhibición  o de inútil crítica, sin arrimar el hombro para nada en mejorar la situación. Mientras, las fuerzas contrarias hablan menos y actúan más, en un empeño común de desprestigiar la institución eclesial, enturbiar la situación religiosa o atacar los valores cristianos.
Se comprueba lo dicho en el Evangelio: “Los hijos de la las tinieblas son más astutos que los hijos de la luz” Si el mal avanza y se consolida en el mundo, no pequeña parte de responsabilidad la tenemos ante el Señor, los que nos llamamos cristianos y nos dedicamos a sestear o, quizás, a que el Papa o la Jerarquía den la cara y nos saquen las castañas del fuego. Como si los laicos no fuéramos Iglesia y fuera suficiente ser buena persona, cumplir con la Iglesia y dejar que arreglen otros lo que está mal.
Constato, a titulo de ejemplo, un hecho corriente y en el que se ven pocos católicos implicados. Ahora en democracia con la libertad de expresión y las facilidades que se dan en casi todos los medios para intervenir y opinar sobre miles de temas que aluden al cristianismo, por pereza, cobardía u otras causas, pocos se deciden a dar la cara.
Mucho mejor irían las cosas, si los católicos- sobre todo los bien formados en su fe-en nombre de Jesús, dieran por escrito o de palabra su valiente testimonio.
Católico, frente a la oscuridad que te rodea no te limites a maldecir las tinieblas… ENCIENDE TU CERILLA y habrás colaborado a que todos vean más claras las cosas.  M.Rivilla San Martín :Pbro.







domingo, 13 de octubre de 2013

La Homilia de Don Julián para el domingo 13 de octubre

28 T.O. (13 Octubre)

Lc 17, 11-19
Sólo uno fue agradecido.
Diez leprosos quedan curados y sólo uno regresa a Jesús a darle las gracias. ¿A que le parece mal que los otros nueve no regresaran a Jesús a agradecérselo? ¡qué desagradecidos! Pero usted y yo somos muy parecidos a esos nueve curados de lepra. ¿Cree que no? Al despertar cada mañana usted le dice a Dios: “¡Gracias por el nuevo día!”. ¿Se lo dice?
Nos hemos “acostumbrado”, familiarizado con todo lo bueno que nos dan, Dios y los demás, y ya ni lo agradecemos. Nos creemos con derecho a todo y nos olvidamos de dar las gracias por todo.
¡Qué decepcionado tuvo que quedarse Jesús!
Diez curados, pero sólo uno tenía corazón agradecido, y además uno que era samaritano. Los nueve que no regresaron tenían más enfermo el corazón que el cuerpo. Cuando no somos agradecidos es que tenemos el corazón enfermo por soberbia, orgullo o desprecio.
Fíjense:
-         El leproso era un marginado, un maldito que no podía acercarse a nadie ni a lugares habitados por los “sanos”.
-         Jesús al curarlos los reintegra a la vida normal y a la esperanza del pueblo escogido.
Jesús atendió su súplica: “¡Jesús, maestro, ten compasión de nosotros!” (17,13). Jesús los cura y nueve de los diez ¿qué hacen? Pues “si te he visto no me acuerdo”. Y así demuestran que sus cuerpos sanan, pero siguen con el corazón enfermo. No recuerdan el dicho: “De bien nacidos es ser agradecidos”.
Cada día Dios nos hace mil regalos y lo peor es que nos acostumbramos a ellos. Quien se acostumbra no agradece.
Hay unos versos del poeta León Felipe que dicen:
Que no se acostumbre el pie
a pisar el mismo suelo;
ni el tablado de la farsa,
ni la losa de los templos.
Para que nunca recemos
como el sacristán los rezos,
ni como el cómico viejo,
digamos los versos.
Schiller decía: “Si quieres conocerte, observa la conducta de los demás. Si quieres comprender a los demás, mira a tu corazón”.
¡Pídele a Jesús lo que necesites, pero demuéstrale tu agradecimiento! No olvides que la grandiosidad e un corazón está en las palabras y obras de agradecimiento.
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sábado, 12 de octubre de 2013

12 de octubre La Virgen del Pilar

https://docs.google.com/file/d/0B371T97_TYsMUWJzR0Fnb0NJQnM/edit?usp=sharing


Pinchando en esa dirección se puede leer un resumen de lo que la leyenda y las documentos histó
ricos nos han dejado sobre la Virgen del Pilar y que todos debemos conocer.

viernes, 11 de octubre de 2013


Homilías de Benedicto XVI

El Espíritu Santo es Aquel que nos hace reconocer en Cristo al Señor, y nos hace pronunciar la profesión de fe de la Iglesia: «Jesús es el Señor» (cf. 1 Co 12, 3b). Señor es el título atribuido a Dios en el Antiguo Testamento, título que en la lectura de la Biblia tomaba el lugar de su nombre impronunciable. El Credo de la Iglesia no es sino el desarrollo de lo que se dice con esta sencilla afirmación: «Jesús es Señor». De esta profesión de fe san Pablo nos dice que se trata precisamente de la palabra y de la obra del Espíritu. Si queremos estar en el Espíritu Santo, debemos adherirnos a este Credo. Haciéndolo nuestro, aceptándolo como nuestra palabra, accedemos a la obra del Espíritu Santo. La expresión «Jesús es Señor» se puede leer en los dos sentidos. Significa: Jesús es Dios y, al mismo tiempo, Dios es Jesús. El Espíritu Santo ilumina esta reciprocidad: Jesús tiene dignidad divina, y Dios tiene el rostro humano de Jesús. Dios se muestra en Jesús, y con ello nos da la verdad sobre nosotros mismos. Dejarse iluminar en lo más profundo por esta palabra es el acontecimiento de Pentecostés.

Homilía, Basílica Vaticana, 12 de junio de 2011

martes, 8 de octubre de 2013

El pecado es la causa profunda de todo mal...


Las Homilías de Benedicto XVI

Si nos preguntamos: ¿por qué la Cuaresma? ¿Por qué la cruz? La respuesta, en términos radicales, es esta: porque existe el mal, más aún, el pecado, que según las Escrituras es la causa profunda de todo mal. Pero esta afirmación no es algo que se puede dar por descontado, y muchos rechazan la misma palabra «pecado», pues supone una visión religiosa del mundo y del hombre. Y es verdad: si se elimina a Dios del horizonte del mundo, no se puede hablar de pecado. Al igual que cuando se oculta el sol desaparecen las sombras —la sombra sólo aparece cuando hay sol—, del mismo modo el eclipse de Dios conlleva necesariamente el eclipse del pecado. Por eso, el sentido del pecado —que no es lo mismo que el «sentido de culpa», como lo entiende la psicología—, se alcanza redescubriendo el sentido de Dios. Lo expresa el Salmo Miserere, atribuido al rey David con ocasión de su doble pecado de adulterio y homicidio: «Contra ti —dice David, dirigiéndose a Dios—, contra ti sólo pequé» (Sal 51, 6).

Ángelus. Plaza de San Pedro, 13 de marzo de 2011

domingo, 6 de octubre de 2013

Homilía de Don Julián para el domingo 6 de octubre de 2013

27 T.O. (6 Octubre) 

Lc 17, 5-10
Auméntanos la fe                       
-         ¿Qué cambiaría usted si tuviese fe para poder hacerlo? ¿Cambiaría las montañas de sitio? ¿Cambiaría los mares? ¿Cambiaría las horas del día?
Pero el hombre me respondió:
-        
Nada de eso cambiaría. Lo hecho por Dios está bien hecho. Me cambiaría a mí para ser como Dios me hizo y quiere que sea; no como mi falta de fe me hace ser.
Un poco complicada la respuesta, pero muy cierta. Porque la Fe no es sólo creer, sino también esperar. La Fe mueve a la esperanza y ¿qué esperamos? Esperamos el Cielo que con las buenas obras comenzamos a construir aquí en la tierra. ¡Queremos fe para ver a Dios, no para mover montañas!
La gente se “angustia” por mil cosas, y la mayoría de las veces sin importancia. ¡Si yo tuviera, si yo fuera…! Sócrates ni siquiera usaba zapatos, pero acudía al mercado a ver: “Me encanta ir al mercado y descubrir que soy feliz sin lo que se vende allí”.
Para ser feliz no hace falta estar lleno de cosas, sino tener fe en Dios y en las personas. Y para tener una fe auténtica, una esperanza segura y una caridad generosa, hay que estar convencidos que Dios nos ha otorgado la posibilidad de serlo.
Una necesidad básica de toda persona es la de confiar en sí mismo. Si no confiamos en nosotros mismos no podemos confiar en los demás. ¿Y cuándo confiamos en nosotros mismos? Cuando confiamos en Dios.
Escribió León Tostoi:
“Jesucristo enseña a los seres humanos que hay algo en ellos que les sitúa por encima de esta vida de ajetreos, alegrías y temores. Quien llega a entender la enseñanza de Cristo se sentirá como un pájaro que no sabía que tenía alas y ahora, de pronto, se da cuenta que puede volar, puede ser libre y ya no tiene nada que temer”.
-         ¿Valoramos la Fe?
¿Le pedimos a diario, a Dios, que nos ayude a aumentar y madurar la fe?
Cuando tenemos fe:
-         elegimos amar, en vez de odiar.
-         elegimos perseverar, en vez de renunciar.
-         elegimos alabar, en vez de criticar.
-         elegimos dar, en vez de robar.
-         elegimos consolar, en vez de ignorar.

¡Señor!, acoge nuestra petición: “aumenta nuestra Fe”. Ayúdanos a creer y a llevar nuestra fe a los demás.

viernes, 4 de octubre de 2013

Encontrar las faltas en los otros

Es fácil encontrar faltas en otros, cuando no conocemos las circunstancias o motivos que fomentaron sus actos. También es impresionante cómo escasos sucesos , pueden alterar para siempre nuestra percepción de una situación.

Cuando nos sintamos inclinados a juzgar, será un buen momento para suplicar a Dios la sabiduría y paciencia para entender las acciones.





martes, 1 de octubre de 2013

Estamos llamados a crecer en la fe....


Homilías de Benedicto XVI

Estamos llamados a crecer en la fe, a abrirnos y acoger con libertad el don de Dios, a tener confianza y gritar asimismo a Jesús: «¡Danos la fe, ayúdanos a encontrar el camino!». Es el camino que Jesús pidió que recorrieran sus discípulos, la cananea y los hombres de todos los tiempos y de todos los pueblos, cada uno de nosotros. La fe nos abre a conocer y acoger la identidad real de Jesús, su novedad y unicidad, su Palabra, como fuente de vida, para vivir una relación personal con él. El conocimiento de la fe crece, crece con el deseo de encontrar el camino, y en definitiva es un don de Dios, que se revela a nosotros no como una cosa abstracta, sin rostro y sin nombre; la fe responde, más bien, a una Persona, que quiere entrar en una relación de amor profundo con nosotros y comprometer toda nuestra vida. Por eso, cada día nuestro corazón debe vivir la experiencia de la conversión, cada día debe vernos pasar del hombre encerrado en sí mismo al hombre abierto a la acción de Dios, al hombre espiritual (cf. 1 Co 2, 13-14)

Ángelus, Palacio pontificio de Castelgandolfo, 14 de agosto de 2011