domingo, 31 de enero de 2016

La homilía de Don Julián para eldomingo 31 de enero

Sea mayor o joven, de pueblo o ciudad, de un país rico o pobre, de piel blanca o negra, tiene que saber que si está bautizado tiene el compromiso ineludible de anunciar el Evangelio e intentar parecerse lo más posible a Jesús, en palabras y actos.

Así que debe preguntarse:

- ¿Creo de verdad en Jesucristo?

- ¿Cómo anuncio mi fe cristiana en palabras y obras?

- ¿Soy "presencia de Cristo en mi manera de hablar y obras"?

Se acercó el joven al río. Sacó una piedra del fondo, cientos de años llevaba allí la piedra. Con un martillo la partió por la mitad. Por fuera la piedra estaba mojada. Por dentro… por dentro estaba totalmente seca.

¿Cuántos cristianos se parecen a ésta piedra?

¡Cristianos por fuera, paganos por dentro!
"Ningún profeta es bien recibido en su tierra".


Ser sencillos, alegres y valientes, para…

- Anunciar el Evangelio a las gentes

- Ser humildes por nuestros pecados

- Ser alegres por la Fe

- Tener nuestro corazón con la puerta abierta

- No empujar a nadie al precipicio de la indiferencia.

Jesús es más que profeta… ¿lo quiere usted en su casa? ¿Lo recibe usted bien en su familia? Jesús, y su Iglesia, dice la Verdad, ¿quién está dispuesto a acogerla? Y no olvide que la Iglesia no es tal o cual Obispo o sacerdote. La iglesia es la Comunidad entera de los bautizados, donde ha habido y abundan santos y mártires, y no sólo pecadores como le quieren hacer creer a usted. A Jesús lo acogieron muy bien al principio, pero cuando dijo lo que no querían oír, intentaron darle muerte. ¿Qué podemos hacer?

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domingo, 24 de enero de 2016

La homilía de Don Julián para el domingo 24 de enero


Si el Señor da una carga, nos dará la ayuda para llevarla.

Tuve un sueño preocupante cuando estaba allá. Soñé que había muerto y cuando llegué a las puertas, un taxista estaba delante de mí. San Pedro leyó nuestras vidas y nos dejó entrar. Mostró al taxista su cuarto. Era lujoso, una cama elegante, televisión con pantalla gigante, un bar personal, todo. Después de ver el cuarto del taxista, yo tenía ganas de ver el mío. Resulta que era un cuarto pequeño con una camilla y un foco de cincuenta vatios en el techo. Naturalmente le pedí a San Pedro una explicación. "Mira," me dijo, "¡cuando tu dabas homilías la gente se durmió, pero cuando el taxista los llevó en su coche, ellos rezaron!"

El 27 de agosto de 1978, un día después de su elección al papado, el papa Juan Pablo I hizo esta declaración: “Ayer entré tranquilamente en la Capilla Sixtina para votar. No imaginé que iba a suceder. Cuando empezaba el peligro para mí, dos cardenales dijeron: 'Animo,' 'Si el Señor da una carga, también da la ayuda para llevarla.'"

Jesús recibió el peso mayor. Cumpliría la profecía de Isaías: “proclamar libertad a los cautivos, recuperación de vista a los ciegos y liberación a los oprimidos." Su peso era la salvación de todo ser humano. Como tenía el peso mayor, recibió la ayuda mayor: “El Espíritu del Señor está sobre mi..."

Tú y yo hemos recibido un peso. Obviamente no tan grande como Jesús o el Papa Juan Pablo I. Sin embargo, tú y yo podemos estar tentados a dejar nuestra oportunidad particular. Les pido recordar el ejemplo de San Juan Vianney. Como joven empezó los estudios para el sacerdocio, pero los encontró muy difíciles. Además sufrió de una enfermedad del estómago que le dejó débil y cansado. Decidió que no podía continuar. Su director espiritual reconoció algo especial en Juan y le dijo, "Si te vas ahora, estás diciendo 'Adiós sacerdocio,' y también 'Adiós almas.'" Esas palabras 'Adiós almas' le convenció a dedicar todo a esa meta: la salvación de almas. Durante más de cuatro décadas, trabajó en el pueblecito de Ars y trajo miles a Cristo.

San Juan Vianney aceptó un peso particular y el Señor le dio ayuda extraor-dinaria. Tú y yo también hemos recibido un peso de traer almas a Cristo. El Señor ciertamente nos dará a ayuda necesaria

domingo, 17 de enero de 2016

La homilía de Don Julián para el domingo 17 de enero de 2016

¡Estamos Comiendo Pasto!
Una caricatura nuestra la podemos ver en unas vacas en un campo. La mayoría tiene las cabezas abajo paciendo. Pero, una vaca tiene la cabeza levantada, ojos abiertos en una expresión de sorpresa. Su boca está llena de hierba que sale por los dos lados. Con horror anuncia a las otras, "¡Estamos comiendo pasto!"

Hace ochocientos años, un joven sorprendió a sus contemporáneos al hacer un descubrimiento semejante. Él estaba buscando las cosas que muchos jóvenes desean: dinero en el bolsillo, ser parte de un equipo que gana, la admiración de mujeres jóvenes y influencia sobre otros. Esas cosas son buenas, pero son como comer pasto en compa-ración a lo que tiene valor verdadero. Efectivamente el joven anunció, "estamos comiendo pasto." Renunció a sus riquezas, a su herencia, aun a su familia. Pero ganó lo que Jesús promete: paz, centenares de hermanos y hermanas y vida. Sucedió en un pueblo italiano llamado Asís. El joven se llamaba Francisco.

San Francisco tuvo un mensaje, no solamente para la gente del siglo trece, sino para todos los tiempos, porque descubrió la clave al Evangelio. Lo podemos ver en la narración del primer milagro público de Jesús. No es una curación, sino un milagro en el que muchos pueden participar. Transforma agua en vino. El Evangelio da énfasis a la calidad y a la cantidad. Ciento cincuenta tinajas es una cantidad enorme, aun para un grupo medi-terráneo en una fiesta de bodas. Lo que Jesús está diciéndonos es, "No tengáis miedo. Deja de ir tras de las cosas que nunca te pueden satisfacer. Tengo todo lo que requieres y más."

Uno de los regalos del papa Juan Pablo fueron los misterios luminosos del rosario. El segundo misterio es lo que vemos en el evangelio de hoy, las bodas de Cana donde Jesús cambio el agua en vino. Fue el punto en que "sus discípulos creyeron en él." Como ellos tenemos que poner a un lado las cosas inferiores y abrirnos a lo que él desea para nosotros.

domingo, 10 de enero de 2016

La homilía de Don Julián para el domingo 10 de enero

El Poder de Bautismo
Cuando un cristiano abraza su bautismo, tiene una fuente sin límites de poder.

Vemos el poder del bautismo en las lecturas. Prefigurando el sacramento, Isaías compara la palabra de Dios a la lluvia que baja del cielo y no vuelve vacía. El Bautismo riega la sequedad del alma. San Juan, en su carta, nos dice que "el que ha nacido de Dios vence al mundo". No significa que seremos Alejandro Magno, sino que tendremos poder para resistir las seducciones de nuestra cultura. Y Jesús mismo acepto el bautismo, no porque necesitaba alguna fuerza del agua, sino porque quiso dar poder al agua".

Los grandes santos reconocieron el poder del bautismo. San Luis, Rey de Francia, al ver a uno de sus hijos bautizado,  dijo, "hace unos momentos era solamente mi hijo, pero ahora eres hijo de Dios". San Francisco Solano, un predicador, sanador y obrador de milagros, sabía que su poder venía del bautismo. Después de un viaje misionero a las Américas, volvió a su propio pueblo en España. Entro a la iglesia y se hincó de rodillas ante la pila bautismal. En plena voz ante el altar, proclamó la Profesión de Fe, el credo, que sus padres y padrinos hicieron por él el día de su bautismo.

Seguro que muchos de ustedes se acuerdan el momento en 1979 cuando el Papa Juan Pablo II regresó a Wadowice, el lugar de su nacimiento. Los feligreses de la parroquia habían puesto flores alrededor la pila donde fue bautizado en 1920. El Santo Padre se arrodillo y beso la pila con reverencia.
El sacramento de bautismo tiene gran poder.

 No significa que una persona bautizada  automáticamente será santo. Adolfo Hitler y Stalin recibieron el sacramento y ya saben, la persona que rechaza su bautismo tiene potencia para realizar el peor mal. Una comparación: Las azucenas son bellas, pero si pudren, tienen mal olor. Algo semejante sucede si alguien se vuelve en contra de su bautismo. Por eso, cuando los padres presentan al hijo para el sacramento, se les pregunta si tienen la intención de criar al hijo en la práctica de la fe,

 





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miércoles, 6 de enero de 2016

La homilía de Don Julián para el día de los Reyes Magos



Tres clases de hombres: Los que han encontrado a Dios y lo sirven; los que no han encontrado Dios y lo buscan, y los que viven sin buscarlo ni encontrarlo.
 Hoy es la Fiesta de la Epifanía: la visita de los Reyes Magos a Jesús. Blas Pascal era un científico del siglo diecisiete que - entre otras cosas - inventó una máquina de calcular de la cual viene la computadora moderna. Además de ser un matemático y científico, era un filósofo de re-ligión. Escribió:
"Hay solamente tres clases de hombres: los que han encontrado a Dios y lo sirven; los que no han encontrado Dios y lo buscan, y los que viven sin buscarlo ni encon-trarlo. Los primeros son razonables y felices; los segundos son infelices y razonables y los terceros son irrazonables e infelices."
Entre los infelices e irrazonables está el Rey Herodes. Finge buscar a Dios, pero su preocupación verdadera es defender su poder, y sus placeres. Estaba lejos de ser feliz. Atormentado por sospechas, mató a miembros de su propia familia, incluyendo a su esposa, Mariamne, y dos hijos. Esto llevó al emperador Augusto decir: "Prefiero ser el puerco de Herodes que su hijo". Herodes en manera extrema representa a los que ni buscan ni encuentran a Dios.
Al otro lado están los que han encontrado a Dios y lo sirven. Dos ejemplos obvios son San José y la Virgen María. Podemos incluir a los pastores en este grupo feliz.
En medio están los Magos. Representan a todos los buscadores honestos. Hombres que estudiaban los cielos para discernir la relación entre las estrellas o los propios corazones y lo que sucede en la tierra. Los Reyes Magos siguieron señales celestia-les para llegar a Cristo. Los Reyes Magos - han encontrado a Dios y los sirven. Acuérdense de las tres clases de hombres: Ellos que han encontrado a Dios y lo sirven; los que no han encon-trado Dios y lo buscan, y los que viven sin buscarlo ni encontrarlo.
Espero que entre nosotros no haya Herodes, que ni busca ni encuentra a Dios. Los que lo buscan honestamente, lo encontrarán. Pero mejor, como José y María, como los pastores y ahora los Reyes Magos: Encontrar a Dios y servirlo.
 
            ¿Qué le ofrece usted a Jesucristo?
            - ¿vivir más pendiente de los demás?
            - ¿poner amor y servicio en su hogar?
            - ¿poner ternura y buen ejemplo para sus hijos?
            - ¿no juzgar ni condenar a nadie?
            - ¿tener presencia de Dios en sus actos?
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domingo, 3 de enero de 2016

Comentario al Evangelio del domingo 3 de enero de 2016

César Rioja, cmf
Queridos hermanos:
Cuando vamos a un país extranjero, aunque no comprendamos la lengua, tenemos muchas cosas que nos dicen quién es ese pueblo: el arte, la música, los campos, los museos, las costumbres… a todo ello lo podríamos considerar palabras salidas de sus hombres. Hablar es sacar algo de sí hacia fuera y una palabra puede expresarse tanto por voces como por gestos o en el silencio. Con ella el hombre puede simbolizar, relacionarse, reflexionar, educar, amar, comunicar. La palabra en definitiva identifica, pone en acción, nos hace personas. ¿Entonces qué significa que el Evangelio de Juan nos diga: qué Jesús es la Palabra?
“Y la Palabra se hizo carne”, por medio de Jesús Dios se comunica con los hombres y revela cuáles son sus criterios, sus valores. Toda la vida de Jesús, palabras, actos, pensamientos, sentimientos, es una inmensa palabra que llena la tierra, es “la luz de los hombres”. Es la palabra auténtica, porque en él los pensamientos van acordes con los actos: perdona, proclama la justicia, habla del amor, vive la pobreza, la sinceridad… y se cumple. Todo él es Palabra de Dios “que acampó entre nosotros”, no es palabra que se la lleva el viento o se olvida, no es una idea o un concepto, es una persona de carne y hueso, que ha salido con su tienda para acampar al lado nuestro.
“Vino a su casa, y los suyos no la recibieron”, Jesucristo aparece como el mediador de la revelación y la salvación de Dios que puede ser aceptada o rechazada. La frase final de este prologo: “A Dios nadie lo ha visto jamás: Dios Hijo único, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer”, nos hace la introducción del Evangelio. Todo lo que viene detrás, los hechos, palabras, parábolas, milagros, no son más que la manifestación de Dios, por eso la necesidad de volver siempre al Evangelio, de escuchar la Palabra y hacerla vida en nosotros.
Los que solemos hablar demasiado en la liturgia, la catequesis, los sermones, los sacramentos, la escuela, la casa… podemos preguntarnos: ¿si somos Palabra? Una cosa es decir palabras, que casi nunca nos faltan, y otra es parecernos a la Palabra. Muchas de nuestras palabras están llenas de ruido, no nacen de dentro y es que la verdadera palabra nace del silencio. A medida que caminamos por la vida nos debemos ir haciendo palabra: nuestro cuerpo que crece es palabra, nuestros sentimientos hacia los demás son palabra, los actos concretos que hacemos son palabra.
La palabra nace de la experiencia no es racionalización que justifica nuestras comodidades, por eso se hace denuncia, anuncio, predicación, Buena Noticia. Debemos decir menos palabras y ser más Palabra. Necesitamos revisar el lenguaje de nuestras comunidades parroquiales, de nuestras homilías, de la educación cristiana, de la familia… para ver en qué medida expresan la verdad de la experiencia que vivimos o justifica cosas poco evangélicas. Hoy se nos invita a ser Palabra de Vida, a ser Palabra que ilumina, a ser Palabra que engendra vida.
“Pero a cuantos la recibieron, les da poder para ser hijos de Dios, si creen en su nombre. Éstos no han nacido de sangre, ni de amor carnal, ni de amor humano, sino de Dios”. Navidad es un buen tiempo para acoger la Palabra hecha niño, para comenzar a hablar un idioma distinto, el lenguaje de la ternura, de la misericordia, de un estilo de vida que sea luz para los hombres. Cuidemos las palabras que usamos con los hermanos más perdidos entre tantas mayúsculas y frases hechas; entre tantos heridos o náufragos de este sistema que controla y quiere una palabra única y políticamente correcta. Digamos palabras pequeñas, que nacen de la experiencia y susurran al oído o lanzan a los cuatro vientos, ecos que suenan a Evangelio. Como diría San Pablo a los Efesios: para eso hemos sido elegidos en la persona de Cristo.
Palabra…, pienso en Dios o en su Hijo.

viernes, 1 de enero de 2016

La homilía de Don Julián para el día de Año Nuevo

Al comenzar el Año Nuevo, te pido hacer esta resolución: Bendice a los que están cerca de ti. Al principio puede ser un poco difícil, pero al menos comenzar con una bendición en tu corazón. Cuando ves a tu hijo – o cualquier persona con quien vives – decir, “El Señor te bendiga.” Poco a poco, puedes extender esa bendición a otros: los con quienes trabajas, tus amistades, gente que encuentres en los asuntos diarios. La bendición les ayudará y a ti también.

San Francisco de Asís poseía el poder de bendecir a personas y cosas. Utilizó la siguiente bendición:

El Señor te bendiga y proteja,
haga resplandecer su rostro sobre ti y te conceda su favor.

Que el Señor te mire con benevolencia y te conceda la paz.

Quizás recuerden ustedes al Padre Mychal Judge. Fue el sacerdote que murió dando los sacramentos a las víctimas de los ataques a las torres gemelas. El Padre Mychal rezaba la oración con los bomberos. Una frase de la oración es: “ayúdame a no bloquearte a ti.” Tenemos que ser conscientes de nuestra impaciencia, flojera, lujuria, coraje, etc. pueden ser un bloque entre yo y la persona a la que Dios quiere que me acerque. Uno de los bloques mayores es la tendencia a juzgar. Un buen compromiso para el año 2016 es pedirle al Señor que nos ayude a hacer cada día lo que Él quiere que hagamos, y hacerlo con paz y alegría.

Hoy escuchamos como la Virgen María, “guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón.” María, por su contemplación, supo el momento para mantenerse tranquila y el momento para actuar.

Que ella nos ayude en este año:

Ir donde Él quiere que vayamos.

Encontrar a los que Él quiere que encontremos.

Saber lo que Él quiere que digamos.

Y sobre todo, no bloquear su camino. Y que el ejemplo de un hombre como el Padre Miguel Judge nos ayude a tener valentía para vivir el plan de Dios en el año nuevo.

Un año nuevo para:

-        Abrir el corazón a Dios y a la familia.

-        Amar antes que criticar

-        Razonar antes que gritar

-        Servir antes que exigir...
 
                                                            oooOOOooo