“Enséñanos a ver lo que es la vida y seremos
sensatos”, dice el salmo (90, 12) de este domingo. ¿Qué es ser sensatos?
Verla con perspectiva eterna.
Tus hermanos son
unos caraduras, los que menos se preocuparon de tus padres ancianos y ahora
quieren recibir más herencia que tú. ¿Cómo pueden ser así? Muy sencillo: Todo
su corazón lo han puesto en lo material y nada de él en la herencia del Cielo.
Los codiciosos son como el cemento armado, sin sentimientos. Recuerden que se
nos dice: “¡Que tu corazón no se endurezca!” o en Cuaresma pedimos: “Cambiar mi
corazón de piedra por uno de carne”.
Howard Hughes, cineasta,
piloto, empresario… dejó al morir más de dos mil millones de dólares, pero
murió solo, sin ser amado e irreconocible. Murió como mueren tantos pobres y
mendigos en las calles de las ciudades del tercer mundo.
Tenemos que
preguntarnos: ¿Con qué clase de riqueza moriré? – Con dinero pero sin amor. –
Con dinero pero sin Cielo. – Con dinero pero sólo acompañado por mi egoísmo.
Buda decía: “El oro adquirido sin esfuerzo es una
maldición, no una bendición”. ¿Por qué? Porque no lo agradecemos ni lo
valoramos. Muchos de los que hoy les exigen a sus padres la herencia, lo ganado
por sus padres con mucho trabajo y privaciones, habría que preguntarles que van
a dejarles ellos a sus hijos. Yo se lo pregunté a un joven matrimonio que había
exigido a la madre viuda la herencia del padre. La respuesta fue: “¡Nada!
Nosotros no nos vamos a matar para que luego vengan los hijos exigiéndonos el
fruto de nuestras privaciones”. Y cuando les hice ver que eso es lo que ellos
habían hecho, enfadados me respondieron: “¡En esto no se meta usted!”.
Hay que hacerse rico
ante Dios:
-
Ayudando
a los demás
-
Buscando
siempre el amor generoso
-
Mirando
a los demás con los ojos de Dios.
-
Actuando
sin egoísmo.
-
No
perjudicando a nadie.
¡Eres el más rico
del cementerio, pero el más pobre ante Dios!