domingo, 31 de julio de 2016

La homilía de Don Julián para el domingo 31 de julio



Enséñanos a ver lo que es la vida y seremos sensatos”, dice el salmo (90, 12) de este domingo. ¿Qué es ser sensatos? Verla con perspectiva eterna.
Tus hermanos son unos caraduras, los que menos se preocuparon de tus padres ancianos y ahora quieren recibir más herencia que tú. ¿Cómo pueden ser así? Muy sencillo: Todo su corazón lo han puesto en lo material y nada de él en la herencia del Cielo. Los codiciosos son como el cemento armado, sin sentimientos. Recuerden que se nos dice: “¡Que tu corazón no se endurezca!” o en Cuaresma pedimos: “Cambiar mi corazón de piedra por uno de carne”.



Howard Hughes, cineasta, piloto, empresario… dejó al morir más de dos mil millones de dólares, pero murió solo, sin ser amado e irreconocible. Murió como mueren tantos pobres y mendigos en las calles de las ciudades del tercer mundo.

Tenemos que preguntarnos: ¿Con qué clase de riqueza moriré? – Con dinero pero sin amor. – Con dinero pero sin Cielo. – Con dinero pero sólo acompañado por mi egoísmo.

Buda decía: “El oro adquirido sin esfuerzo es una maldición, no una bendición”. ¿Por qué? Porque no lo agradecemos ni lo valoramos. Muchos de los que hoy les exigen a sus padres la herencia, lo ganado por sus padres con mucho trabajo y privaciones, habría que preguntarles que van a dejarles ellos a sus hijos. Yo se lo pregunté a un joven matrimonio que había exigido a la madre viuda la herencia del padre. La respuesta fue: “¡Nada! Nosotros no nos vamos a matar para que luego vengan los hijos exigiéndonos el fruto de nuestras privaciones”. Y cuando les hice ver que eso es lo que ellos habían hecho, enfadados me respondieron: “¡En esto no se meta usted!”.

Hay que hacerse rico ante Dios:

-        Ayudando a los demás

-        Buscando siempre el amor generoso

-        Mirando a los demás con los ojos de Dios.

-        Actuando sin egoísmo.

-        No perjudicando a nadie.

¡Eres el más rico del cementerio, pero el más pobre ante Dios!

domingo, 24 de julio de 2016

La Homilía de Don Julián para el domingo 24 de julio de 2016


San Lucas nos narra el Padrenuestro en fórmula abreviada, y san Mateo la formula en la que rezamos (Mt 6, 9-13). ¿Cuál es la esencia de ambos? La que nos presenta a Dios como Padre. No sólo creemos en Dios, sino que Dios es Padre. ¿Crees tú que Dios es tu Padre?

Un hombre soñó que deambulaba por el cielo cuando se encontró con Jesucristo que le invitó a contemplar la tierra desde el Cielo.



Vieron una iglesia donde se celebraba la Misa del Domingo. El organista tocaba, el coro cantaba, el Sacerdote y los fieles recitaban oraciones pero… no se oían las notas del órgano, ni las voces del coro, ni las oraciones del sacerdote y los fieles. Asombrado, le preguntó al Señor el por qué no oían nada. Jesús le contestó: “Quien toca, canta o reza sin hacerlo con el corazón, es como nada, no se oye en el Cielo”.

Si nuestro cuerpo y palabras están aquí, pero nuestra mente y nuestro corazón están durmiendo o en otro lugar, nada de lo que hagamos o digamos llega al Cielo.

Si recitamos el Padre nuestro sin pensar lo que decimos ni poner nuestro corazón en actitud de súplica, estamos pronunciando palabras, pero no estamos rezando.

Recordamos que el Padrenuestro se compone de una invocación, siete peticiones y un “Amen”. Las tres primeras peticiones tienen por objeto la gloria del Padre:

-        La santificación del nombre de Dios

-        La venida del reino

-        El cumplimiento de la voluntad divina.

En las otras cuatro le presentamos a Dios los deseos y necesidades que tenemos:

-        Danos el pan de cada día.

-        Perdona nuestras ofensas como nosotros perdonamos

-        No nos dejes caer en la tentación

-        Líbranos del mal.

No basta ser bueno. No basta dejar de hacer el mal. No basta decir: “Yo no mato, yo no robo, yo no hago mal a nadie”. Tenemos que ser humildes y reconocer que si transitamos por la senda del bien es porque rezamos con el corazón y rezando con el corazón en el cielo oyen nuestras oraciones.

domingo, 17 de julio de 2016

La homilía de Don Julián para el domingo 17 de julio



¡Trabajar sí, inquietarse no!
¿Qué le dice Jesús a Marta? Tienes al privilegio de recibirme en tu casa y lo estás desperdiciando realizando otras tareas. Crees que lo urgente es tener la casa limpia y la comida preparada, y eso es bueno, pero te estás olvidando de la importante.
¡Cuántos dicen: “¡El domingo no pude asistir a Misa, tenía compromisos con los amigos de tenis, con los de… no me quedó ni una hora libre!”.
¿Puede haber mayor urgencia, algo o alguien más importante que dedicarle un par de horas a la semana a Jesucristo, acoger su presencia en la Eucaristía, abrir nuestro corazón a su Palabra? ¿Qué ocurriría si Cristo nos prestara la misma atención que la que nosotros le prestamos a Él? Tendríamos que tener pena de nosotros mismos, pues dirigimos la mirada de nuestro corazón y nuestra vida en dirección contraria a la mirada que Dios nos dirije. Nos sucede como diría san Agustín: “Tú, Señor, estabas conmigo, pero yo no estaba contigo”.
Si todo lo que nos inquieta y preocupa se apodera de nosotros y encima marginamos a Cristo o sólo acudimos a Él cuando estamos rotos, somos puros egoístas que impiden que la gracia de Dios haga maravillas en nosotros.
Sobre la tumba de un buen hombre se leía: “Si el trabajo es oración, toda tu vida fue continua oración, pero ¿tenías a Jesús presente en tu trabajo? ¿Le dedicabas a Dios el Domingo, día de descanso?”.
San Benito supo compaginar las actitudes de Marta y María con su regla: “¡Reza y trabaja!”. Decía Abrahán Lincoln: “Los hombres muy ocupados deberían encontrar tiempo libre para rezar porque, quien no tiene tiempo para rezar no tiene tiempo para vivir”.
-        ¿Tienes tiempo para rezar?
-        ¿Tienes tiempo para vivir?
Siempre tendrás problemas pero si rezas, si te pones a los pies de Jesús, descubrirás que dentro de esos mismos problemas están las soluciones.
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domingo, 10 de julio de 2016

La homilía de Don Julián para el domingo 10 de julio



¿Es usted capaz de hacer un favor a alguien que se ha portado bastante mal con usted? Lo más normal es que le respondiera usted: ¿Cómo tienes tan poca vergüenza de pedirme un favor cuando no haces más que fastidiarme?
Pero Jesús nos manda hacer el bien sin mirar a quien se hace. Fíjate: los samaritanos eran tenidos por malas personas y medio paganos, y los samaritanos también odiaban a los judíos. Pero la parábola de hoy se le llama “el buen samaritano”.
Un maestro de la ley le pregunta a Jesús quién es el prójimo al que, según la ley levítica (19,18) hay que “amar como a uno mismo”. Jesús le responde con esta parábola en la que le pone como ejemplo de buena persona a un samaritano. Así que ¿quién es nuestro prójimo? Toda persona, conocida o desconocida, que está necesitada de algo.
También con esta parábola, Jesús quiere cambiar nuestra mentalidad tan propicia a juzgar y etiquetar a las personas. Dios no juzga ni condena y nos pide que tampoco nosotros juzguemos ni condenemos. El Papa Francisco, al ser preguntado respondió: “¿Quién soy yo para juzgar?”.
-        De quien menos piensas puedes recibir el bien que necesitas.
-        No cierres tu corazón a nadie
-        No consideres a nadie como enemigo
-        Que la mano no te haga olvidar la mano.
Como humanos tendemos a caer en la tentación de ver con malos ojos a quienes no comparten nuestras convicciones. Para mirar a los demás siempre debemos usar cristales incoloros. Recordemos: “Nada es verdad o mentira, todo es según el cristal de las gafas con que se mira”. Y las gafas de los cristianos deben ser las gafas con las que siempre mira Dios: Amor y Misericordia.
Jesucristo es nuestro “Buen Samaritano”. Nos cura, nos cuida, nos salva. Pero también puede ponerse en nuestro camino como pobre apaleado por adversidades. ¿Seremos nosotros buenos samaritanos o nos haremos los despistados, los desentendidos? Ójala jamás Cristo nos tenga que decir:
-        Me viste pobre y apaleado en la cuneta de la vida y no me atendiste
-        Me viste humillado en el trabajo y encima te reíste.
-        Me viste en tu esposa/o falto de compresión, de ternura y no renunciaste a tus egoísmos.
¡No golpeas a nadie y ten compasión de todos!

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