Hay muchas cosas que pueden cegarnos los ojos del amor, los ojos del
corazón El placer convertido en vicio, el ansia descontrolada de dinero, el
deseo de prestigio para dominar… El más ciego de los ciegos es quien pierde la
visión del amor. Quien ve a través del amor, ve aunque la oscuridad del egoísmo
le persiga.
Cuando las Fuerzas
Aliadas liberan a los judíos de los campos de exterminio, los soldados veían a
aquellas personas como sombras. Tenían que mirar varias veces antes de creer
que eran personas humanas, pues la hambruna y los sufrimientos los habían
reducido a piel y huesos.
Lo que los ojos de los
soldados se resistían a reconocer como personas, era consecuencia de personas
sin escrúpulos, ciegos morales, corazones y mentes sin Dios. “¡Si no existe Dios todo está permitido!”.
Sin Dios, “el hombre es el lobo del
hombre”.
Los cristianos pueden
sufrir cegueras egoístas, pero saben, como el ciego Bartimeo, que acudiendo al
Señor recobrarán la vista.
Narraba un joven:
“Yo me quedé enredado en las drogas hasta terminar en prisión. Me burlaba de todo lo religioso. ¡Confesarme, jamás! Un día asistió a Misa y se confesó sin ánimo de cambiar. Salió de la prisión, se buscó un trabajo… se casó, tuvieron hijos. ¡Salí de las redes de la droga y los barrotes de la cárcel y caí en las redes del amor de Cristo y de mi familia!”.
Dentro de unos días celebrarán Halloween. La gente se disfraza, casi siempre de muertos, vampiros, o personas destrozadas por haber sufrido un accidente. Las madres disfrutan disfrazando a sus hijos tan macabramente, pero cuando muere el abuelo/a, los ocultan a la vista de sus hijos, porque “pueden traumatizarse”. ¿Quién lo entiende?
Jesús nos sigue preguntando: “¿Qué quieres que haga por ti?”. Y muchos en vez de pedirle buena visión para amar y descubrir el amor en los demás, le pedirán placeres locos, dinero sin límite y prestigio dominante.
Piensen unos momentos: ¿qué quieren que haga, Jesús, por ustedes?
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