lunes, 6 de mayo de 2013

¿Es Jesús la solución a los males del mundo?

Pues sí. Esa es la liberación auténtica, la que se preocupa por la liberación de las esclavitudes indignas a las que tantos han sido arrojados; pero también predica que no es todo liberación del tiempo y del espacio, la de la tierra, sino la que está completa, la cristiana, la que Cristo nos ofrece en  su persona.
No hay ejemplar mejor del hombre libre, independiente de todas las alturas del sistema de la tierra, que este Cristo que se presenta ante el mundo completamente autónomo, independiente, perteneciente a una clase, a una categoría, a un mundo que se llama humanidad.
Por eso la redención de Cristo no ha terminado con ese episodio de la Resurrección. Es algo más grande.


Cuando se habla de la Iglesia hay que hacerlo con un sentido de reparación, porque se la está ofendiendo mucho, porque a la Iglesia se la considera únicamente como un sistema humano y se la está acusando con muchas calumnias indignas.
Y es a la luz de Cristo resucitado en que la Iglesia presenta el rostro de Cristo paciente, expuesta a que la escupan, a que la la tiguen, a que la infamen.
Pero sabe que por dentro en su corazón, lleva la esperanza, la gran misión de Cristo. Cristo encomendó el encargo de anunciar su resurrección a su Iglesia.

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