“Ya hemos encontrado al buen pastor”
El P. Echarri, S.J:, misionero del
pueblo de Yuntsau, durante la guerra chino-japonesa, año de 1938, no
quiso abandonar a sus ovejas, cuando los japoneses ocuparon su
pueblo. Mil quinientas mujeres, entre ellas no pocas protestantes, se
refugiaron en el templo católico. Aquellas mujeres le preguntaron al
Padre si podrían estar seguras, bajo ese techo, contra las tropelías
de los enemigos. El Padre les repuso, que lo único que les podía
decir era que los soldados pasarían sobre su cadáver antes de tocar
a una de ellas.
Día y noche hubo de vigilar, para
impedir cualquier desmán, a riesgo de su propia vida, hasta que la
policía militar japonesa dio garantías y apostó centinelas a la
puerta de la misión, para que no entrara ningún soldado.
Pacificada la región, vuelve el pastor
protestante que había huido en el momento de peligro. Buscó a sus
ovejas y aquellas mujeres protestantes que habían sido defendidas
por el sacerdote católico, le dijeron: “Ya hemos hallado al buen
pastor que da su vida por sus ovejas… El mercenario huye en cuanto
ve al lobo, en el momento de peligro2.
No quiere decir que nadie sea superior
a nadie, lo que hace a una persona superior a os demás son sus
obras. Los grandes discursos y las rimbombantes homilías, valen muy
poco. El sacerdote, como pastor, debe estar entre los fieles. Los
fieles necesitan un “guía” que les señale el camino correcto
que lleva al Cielo. El sacerdote debe de estar codo con codo con los
que necesitan ser queridos, comprendidos, acogidos.
- donde haya una necesidad que socorrer
- donde haya un matrimonio roto
- donde haya una persona sin fe
- donde haya una persona marginada
- donde haya una persona sin conocer a cristo
- donde haya un enfermo triste o amargado.
Allí debe estar la Iglesia. Una
Iglesia que sea pañuelo para los que lloran, venda para los que
sangran, alegría para los tristes, misericordia para los que pecan…
La Iglesia debe ser Padre y Madre que jamás abandonan a sus hijos,
buenos o malos. ¡Dios, Cristo y el Espíritu Santo jamás nos
abandonan!