jueves, 6 de junio de 2013

Vidas perdidas

La hija de unos amigos míos ha dicho a sus padres que “no le gustaría que su hermano pequeño fuera cura, porque los curas y las monjas siempre le han parecido vidas perdidas”… ¿Cómo se gana o se pierde una vida? Esta joven, creo yo, pensaba que una vida se gana dejando hijos en este mundo, pero no vale la vida de quienes dejan, o reparten, su corazón? ¿No vale nada la vida de una religiosa que se pasa su vida de rodillas ante Cristo rogándole por los que van sembrando en esta vida desamores, discordias o amarguras por que sólo ponen en sus corazones sentimientos amargados? Cristo mismo dijo: “¡Quien quiera ganar su vida la perderá… pero quien la “pierda” por mí la ganará!” ¿Qué hacemos para ganar o perder la vida? De Luis Espinal (Jesuita asesinado en Bolivia en 1980) hay una oración que dice: “Pasan los años y, al mirar atrás, vemos que nuestra vida ha sido estéril. No nos la hemos pasado haciendo el bien. No hemos mejorado el mundo que nos legaron. No vamos dejando huella. Hemos sido prudentes y nos hemos cuidado. Pero ¿para qué? Nuestro único ideal no puede ser el llegar a viejos. Estamos ahorrando la vida, por egoísmo, por cobardía. Sería terrible malgastar ese tesoro de amor que Dios nos ha dado”. Sería terrible, sí, llegar al final con el alma impoluta, como un tesoro escondido que jamás hemos hecho uso de él. Sería terrible casarse para divorciarse, sería terrible abortar o tener hijos por capricho, sería terrible arrinconar a los ancianos o matarlos con el nombre de muerte digna.
Esa joven no sabía que la vida más inútil es la no entregada con total amor. ¿Es mediocre la vida que se ofrece a Dios para gastarla en pedir por los demás, o en aligerar el mal de los demás con obras y palabras? Cuando el Papa Juan XXIII murió, el cardenal Suencus dijo: “Deja el mundo más habitable que cuando él llegó”.. ¿Qué hizo Juan XXIII? Intentar imitar a Cristo. Si el mundo funciona es gracias a esas vidas, padres, madres, sacerdotes, religiosas, que aman y viven intentando hacer lo más habitable esta vida. Son los que empujan al mundo para que éste no se pare. Nadie los ve, nadie se fija en ellos, nadie los premia, pero gracias a ellos, a sus “vidas perdidas” por amor, el mundo sigue progresando aunque sea despacio. Cristo se pasea por la vida de cada uno de nosotros ofreciéndose como COMIDA Y BEBIDA, es Él mismo, pero ¿lo recibimos o lo ignoramos como una “vida perdida”?
(de SHEMÁ)


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