sábado, 22 de junio de 2013

La Homilia de Don Julián, 13 T.O. 23 de junio

12 T.O. (23 Junio)
Mt 9, 18-24
Hoy, como hace 2000 años, Jesús te pregunta a ti directamente:
“¿Qué dice la gente que soy yo?”
“Y tú, ¿Quién dices que soy?”
Si no sabemos qué opina la gente sobre Cristo es que estamos desconectados del sentir del pueblo. No es que nos hayamos “paganizado”, pues entonces seríamos uno de ellos y sabríamos qué opinan. Lo peor es que no seamos ni paganos ni firmes cristianos.
Si no sabemos responder quién es Cristo para nosotros, sería bochornoso. ¡Un cristiano que desconoce quién es Cristo para él!
Imagínate que Cristo te pregunta: “¿Quién soy yo para ti?” y al ver tu silencio te sigue hablando. “¿No sabes qué soy yo para ti? ¿No eres cristiano?”
Quizás te mire con cariño y algo de pena y te diga como a Felipe: “¿Tanto tiempo como cristiano y no me conoces!”.
“No sé si reírme o llorar”. ¡Un cristiano que dice que sigue a Cristo, pero que no sabe responder qué es para él! Mira, el día que sepas quién soy yo para ti, sabrás para quién vine a la tierra y morí. Ese día descubrirás lo que tú vales para Dios que te ha rescatado de la muerte, no a precio de baratija, sino a precio de Amor y sangre”.
No vale que digas, como san Pedro: “¡Señor, tú eres Cristo!” y luego, como él, el miedo o el egoísmo te empujen a negarlo. El miedo y el egoísmo son armas mortíferas que traicionan y pisan. Así que debes preguntarte:
¿Mis intereses, son los intereses de Cristo?
¿Estoy dispuesto a correr los mismos riesgos que corrió y sufrió Cristo’
¿Qué obras realizo que lo acrediten?
Jesucristo vuelve a ponerte la mano en tu hombro y te dice: “No olvides que a las personas se les conoce por sus frutos, por sus obras”.
San Bernardo decía que el amor y el temor “son los dos brazos con los que abrazamos a Dios”. No temor a que nos castigue, sino temor a ofender a quien más nos ama.
“Cuando yo entré en esta ciudad para comprarme mujeres con dinero, mi ruina estaba sellada… La alegría que yo compré no era alegría. Y la libertad a cambio de dinero no era libertad. Comí y no me harté, bebí y quedé sediento” (Bertolt Brecht).
Estas líneas, viniendo de un anti-católico y premio Stalin de la Paz (1954), son la constatación de que el Único que sacia el hambre y calma la sed del corazón, es Jesucristo. Recordemos las palabras de san Agustín.
“Nos has hecho, Señor para ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti”
                                        - - - - - - - -

No hay comentarios:

Publicar un comentario