domingo, 9 de junio de 2013

La Homilía de D. Julián, domingo 9 de junio

Lc 7, 11-17
Le dijo a la madre “no llores” y al muchacho “¡A ti te digo, levántate!”
Jesús oye lo que tantas veces oímos nosotros ante el cadáver de un joven: “¡Qué pena! ¡Tan joven! ¡Tenía la vida por delante!” “¡Su madre se va a morir de tristeza! ¡No hay dolor más grande para un madre que ver morir a un hijo y encima era su único hijo!”.
Jesús actúa. Limpia de la madre su angustia y su tristeza ¿le recordó a su madre al pie de la cruz? Y luego le devuelve la vida al joven muerto.
Cuando los médicos se encogen de hombros y dicen: “Ya no se puede hacer nada más”, vienen las oraciones, se eleva el corazón a Dios y la oración del cristiano debe ser: “¡Sólo tú Señor, sabes lo que nosotros desconocemos! ¡Hágase tu voluntad!”.
Jesús, es el Señor de la vida. Y nosotros, ¿de qué somos señores? El Señor nos dice: ¡Levántate y camina! Pero, ¿qué es caminar para el Señor?
-         Trabajar con gusto no sólo por el dinero.
-         Amar como si nunca nos hubieran defraudado
-         Cantar como si nadie nos estuviese escuchando
Porque quien ama vive, quien no ama ya está muerto. Porque:
-         quien tiene fe y no ama, se convierte en un fanático.
-         la vida sin amor, es una vida sin sentido.
-         la autoridad sin amor, nos hace tiranos.
O somos del cortejo de Jesús, cortejo de vida, de amor, de entrega… o del cortejo de los muertos, del egoísmo, de esclavos de lo puramente terreno.
En la escena del Evangelio de hoy, más que fijarnos en la vuelta a la vida del joven muerto, hay que poner nuestra atención en Jesús: ¡Él es el Señor de la Vida! Jesús nos ofrece el regalo de la Vida Eterna. Aquí deberíamos exclamar: “¡Dios visita a su pueblo!” Dios acoge al hombre muerto, en el cuerpo o por el pecado. Al hombre muerto por el pecado le ofrece el perdón, al muerto en su cuerpo le ofrece la vida en el cielo.
La alegría de una madre que recobra al hijo con vida cuando muerto lo llevaba camino del cementerio.
La alegría de un joven muerto que vuelve a la vida para ser alegría de su madre y testigo del Señor.
Así nosotros testigos de lo ocurrido, tenemos que preguntarnos:
-         ¿Seguimos el gesto de Jesús? Es decir, ¿vamos llevando vida por donde vamos o sólo somos cortejo de los que lloran?
-         ¿Tenemos piedad de los que sufren y les ofrecemos nuestra ayuda para aligerar sus lágrimas?

La fe consiste en aceptar la resurrección de entre los muertos. ¿Lo creemos?


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