Lc 12, 49-53
Purificar el mundo
“… Tengo que pasar por un bautismo, ¡y qué angustia hasta
que se cumpla…”
Si se predica el Evangelio sin dulcificarlo, si se vive el
cristianismo como Cristo nos pide, las gentes se sublevarían y nosotros
saltaríamos del escozor que nos produciría. ¿Por qué? Porque el Evangelio es bisturí que corta lo podrido y no
tirita que camufla las heridas. Por eso las palabras de Jesús escocían a muchos
de sus oyentes.
¿No escuece la vida cuando va cargada de conflictos,
adversidades e incomprensiones?
“El hombre se descubre cuando se mide con el obstáculo”
(Saint Exupery) ¿Quién está libre de problemas? ¿Quién no siente dolor ante la
pérdida de un ser querido?
Un cristiano que vive sin fuerza el Evangelio, que vive su
cristianismo sin enfrentamiento con sus instintos paganos, es un cristiano
descafeinado. El esfuerzo y la perseverancia son llamas que purifican para
vivir con ejemplaridad el cristianismo.
●
Quien sabe sufrir, ilumina su vida
●
quien sabe sufrir, cada día es mejor
●
quien sabe sufrir, quita sufrimientos a los
demás
● quien
sabe sufrir, triunfa en sus objetivos.
Le pregunté a un anciano, 88 años:
●
¿Ha sido y es feliz?
●
Sí, he sido y soy feliz
●
¿Y qué ha hecho para serlo?
● Hacer
de cada momento un motivo de felicidad. Hay muchos que se pasan su existencia
buscando motivos para ser felices, cuando cada minuto de la vida ya es un
motivo para ser feliz y darle gracias a Dios”
Ser cristianos de
fortaleza, estar convencidos de que Dios está con el que se pelea consigo
mismo para ser mejor cristiano, mejor esposo/a, mejor padre o madre, mejor hijo.
Una anécdota del Papa Juan Pablo I, que él mismo contó en el
Ángelus el día 27 de agosto 1978:
“Ayer por la mañana yo fui a la Sixtina a votar
tranquilamente. Jamás hubiera imaginado lo que estaba para suceder. Apenas
había comenzado el peligro para mí, los dos cardenales que estaban a mi lado me
susurraron palabras de aliento. Uno me dijo: “¡Ánimo!, si el señor da un peso, da también la ayuda para llevarlo”.
¡Ánimo, católicos! No veáis el ser cristianos como un peso,
el bautismo lleva unas grandes exigencias, pero Dios nos da la gracia para
vivirlo con alegría y valentía.
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