sábado, 17 de agosto de 2013

Preguntas que debemos responder

Hay preguntas que debemos responder

¿QUÉ SIGNIFICA LA PALABRA “CREO”?

¿QUÉ DEBEMOS CREER?

¿POR QUÉ DEBEMOS CREER?



Cuando recitamos el Credo, al decir “yo creo” no estamos diciendo “me parece”, “quizás sea así”, “me figuro”… sino, lo creo, lo creo más que si lo viera con mis propios ojos. ¿Y por qué lo creemos? Porque Jesucristo así lo enseña, así lo predicaron y así nos lo enseña fielmente la Iglesia.

La fe debe ser: firme como una roca, sencilla como lo es todo lo verdadero, práctica
porque da vida a nuestra vida y con obras.
El compendio de la Sagrada Escritura y de la Tradición es lo que está recogido en el Credo. Sin atribuir a cada apóstol un artículo, se puede decir que lo hicieron ellos porque coincide con lo que ellos predicaban.

¿Por qué debemos creerlo? Porque Dios no puede engañarse ni engañarnos. ¿Cuántos cientos de miles de personas han muerto por no renunciar a ninguna parte del Credo?

Un general ateniense, llevaba la mitad de una pieza de oro atado al cuello y cuando le enviaban un mensajero tenía que llevar la otra mitad de la pieza de oro que encajara con la de él. Era el símbolo o señal para reconocer que el mensajero era auténtico.

Recitando el Credo, quiénes nos escuchan saben que somos católicos verdaderos.
San Francisco Solano cuando tenía 30 años fue a la ciudad de Montilla, donde había
nacido y sido bautizado. Su primera visita fue a la iglesia parroquial de Santiago, se dirigió a la pila donde había recibido su bautismo, se arrodilló y rezó el Credo, con la frente apoyada sobre la piedra.                                                                   

La vida y la historia de la Iglesia están llenas de ejemplos sobre el Credo. Así San Vicente de Paúl se hizo que le cosieran por dentro de su sotana un papel con el Credo. Muchas veces lo apretaba sobre el corazón y la recitaba.

Hay un caso ejemplar. El tirano gobernador Asclepiádes hizo comparecer a un adolescente de 12 años. El adolescente dijo: “Soy cristiano” y comenzó a recitar el Credo.
- ¿Cómo crees esas cosas? Le preguntó el gobernador.
- Me las ha enseñado mi madre y yo las creo.
Llamó, el gobernador, a la madre del adolescente. Delante de ella atormentó cruelmente a su hijo, pero el adolescente repetía y una y otra vez el credo. En un momento el adolescente se vuelve hacia su madre y le dice: “Tengo sed”. La madre llena de lágrimas le responde:
- Ten valor, hijo mío. Muy pronto llegarás a la fuente de la Vida.
El tirano, enfurecido, le hizo decapitar.                                                      
(De "Shemá")

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