21 T.O. (25 Agosto)
Lc 13, 22-30
“Esforzaos…” para
poder entrar
“… Esforzaos en entrar por la puerta estrecha… muchos
intentarán entrar y no podrán”.
Toda persona tiene una buena dosis de curiosidad, y muchos
de los que dicen que no son curiosos, lo son más que el resto. Y en el pasaje
evangélico vemos que a Jesús le preguntan: “Señor,
¿son pocos los que se salvan?”.
Está bien interesarse por el “por qué” de las cosas. No olvidemos que el origen de la filosofía es la curiosidad de las personas preguntándose sobre el porqué de las cosas. El vocablo “curiosidad” viene del latín, “cur”, y significa “porqué”.
Está bien interesarse por el “por qué” de las cosas. No olvidemos que el origen de la filosofía es la curiosidad de las personas preguntándose sobre el porqué de las cosas. El vocablo “curiosidad” viene del latín, “cur”, y significa “porqué”.
Pero ser curiosos sobre los misterios divinos no nos acerca
más a Dios. Uno puede ser un gran teólogo, y estar lejísimo de Dios. Lo que nos
acerca a Dios no son los “por qué”, sino el ver a Dios en sus criaturas.
En el tren viajaban uno frente al otro, un cartujo y un
señor. El fraile le pregunta: “¿En qué trabaja usted?”. El hombre suelta una
risita y le dice: “En lo contrario que usted. Soy médico. Yo trato de reanimar
a los medio muertos y usted a los vivos les dice que se mortifiquen”. Ahora el
que ríe es el cartujo. Y con la voz que les caracteriza le pregunta al médico:
“¿Entonces usted cree, que si a un borracho le digo que se mortifique sin beber
vino, lo estoy empujando a la muerte? ¿Si a un soberbio que siempre quiere
salirse con la suya e imponerse sobre todo el mundo, lo estoy mandando a la
UVI? ¿Y al mentiroso, al que calumnia, al matratador… que les aconsejo que se
mortifiquen hasta corregirse, los estoy matando?”. El médico, algo avergonzado,
le dijo que lo que le había dicho era una broma. El cartujo, bajando la vista,
murmuró: “Ahora tendré yo que mortificarme si encuentro en mis palabras algo de
orgullo o soberbia”.
La Iglesia es el Pueblo de los pueblos que invita a todos
los hombres a limpiarse de todo egoísmo. El egoísmo es impropio de una persona
que quiere vivir el Evangelio, que desea seguir las huellas de Cristo y la
“motificación” no es un potro de tortura, sino una práctica para liberarse de
todo lo que esclaviza.
San Francisco de Sales dice: “No desees las cruces, sino
soporta bien las que te hayas encontrado en el camino, porque es un abuso
desear el martirio cuando no tienes fortaleza para soportar una injuria” (Vida
devota).
Por eso las motificaciones son, no para cartigarse, sino
para someter nuestras inclinaciones a la voluntad.
Cervantes, ante los perezosos, escribió: “Sea moderado tu
sueño; que el que no madruga con el sol no goza del día”.
Julián Escobar.
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