domingo, 4 de agosto de 2013

La homilía de Don Julián 4 de agosto

18 T.O. (4 Agosto)
“Mirad: guardaos de toda clase de codicia… su vida no depende de sus bienes…”
“La avaricia es más contraria a la economía que la generosidad” (Valery Larband). Y es que el hombre más generoso es el más rico porque el que comparte se multiplica. Pero la razón te gritará todo lo contrario: ¡A cumula, acumula, almacena, almacena, y así serás poderoso!
Escribió san Juan Crisóstomo: “Por más que te hable, mientras tengas clavado tu pensamiento en el dinero, nada será capaz de oír de lo que te conviene. Serás como un perro atado a un sepulcro” (Homilía sobre san Mateo 23,3). Y en otro pasaje dice: “La riqueza los hace débiles para todo menos para servirla a ella: por ella se atreve a todo: a asesinar, a azotar, a injuriar, a pasar por cualquier vergüenza”.
Parece como si san Juan Crisóstomo (Antioquía 344- Comuna 14 septiembre 407), elocuente predicador y Padre de la Iglesia por su interpretación de las sagradas escrituras parece como si estas frases las hubiera escrito hoy a todos esos que la avaricia los ciego y roban aunque sea el dinero destinado a los parados.
La avaricia es una señal inequívoca de falta  de confianza en Dios. Jesús nos ha prometido que nada nos faltará si no somos avariciosos y si generosos.
Entonces, ¿qué es importante? ¡Ser “ricos ante Dios”! ¿Y cómo se es rico ante Dios? Compartiendo. ¿Te imaginas la cara de Dios al verte compartir lo tuyo con uno de sus hijos necesitada? Piensa que un hijo tuyo está necesitado y alguien le ha ayudado en esas circunstancias. ¿Cómo te portarás tú con ese que ayudó a tu hijo? Pero es que para los cristianos no hay desconocidos, sino hermanos pues todos, creyentes o no, somos hijos de Dios.
“La codicia, la avaricia rompe el saco” se suele decir, pero lo que rompe es el corazón del avaricioso, del codicioso. ¡Pobre codicioso, que no disfruta hoy porque sólo piensa en el mañana sin darse cuenta de que no sabe si vivirá mañana!
Sócrates se encontraba en la cárcel esperando ser ejecutado. Oyó a otro preso contar una canción del poeta Tesicoros. Sócrates pidió a su compañero que se le enseñara la canción. ¿Para qué si vamos a morir? – le preguntó el compañero de prisión. Sócrates respondió: “Para morir sabiendo una cosa más”.
¡Qué distinto es saber más que poseer más! ¡Hay gente que se muere con 2000 libros en su casa sin haber leído ni uno sólo!
Hoy San Juan María Vianney (Dardilly 8 mayo 1786 – Ars 4 de Agosto 1859).
Le pilló la revolución francesa. Sus estudios fueron muy limitados. Gracias al párroco de su pueblo fue ordenado sacerdote.
     ¿Pero por qué se empeña usted en mandar al seminario a ese Juan María para ser sacerdote?
     Porque es piadoso.
     ¿Y qué más? ¿Tiene devoción a la Eucaristía?
     ¡Mucha!
Y esa devoción a la Eucaristía fue su credencial para ser ordenado.
Hoy es patrono del clero secular, es modelo de vivir para sus feligreses.
Algunas frases suyas:
     Un corazón que ama, luce una perenne primavera.
Una joven se confiesa. Él le dice que comulgue con frecuencia, la chica le pone una pega:
     En mi pueblo nos e acostumbra a comulgar con frecuencia.
     No importa; si no hay costumbre, la introduces tú.
Al poco regresa la chica:
     En mi pueblo todos me señalan con el dedo, porque comulgo con frecuencia.
El cura le pregunta:
     ¿No tienes amigas? llévalas a que comulguen contigo y no serás la única.
Seis meses después ya eran unas 12 las que comulgaban y el cura de aquel pueblo fue a darle las gracias al cura de Ars.
Decía: “Nos dice san Agustín para consolarnos, que el demonio es un perro grande encadenado, que acosa, que mete mucho ruido, pero que solamente muerde a quienes se le acercan demasiado”.
Recuerdo, a este propósito, que pasaba un día con un amigo cerca de una casa de aldea en Asturias. Un perro nos ladraba como loco. El amigo se acercó a él y, tratándolo con confianza, llegó a calmarlo un poquito. Salió la dueña de la casa, al oír tanto jaleo, y mi amigo le comentó:
     Señora, el perro es pacífico, no muerde, ¿verdad?
Y la mujer contestó:
     Pues es verdad, no muerde… Bueno ¡tiene boca!
Julián Escobar


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