No te lamentes de las oportunidades perdidas. Mientras lo
haces, quizás esté pasando el último tren por delante de tu casa, tal vez está
amaneciendo de nuevo, acaso alguien esté llamando a tu puerta.
* En la adversidad y en la debilidad haz también memoria: reaviva energías que ya usaste, despierta recursos qué conoces, desempolva entusiasmos que ya gozaste. Saborearás de nuevo la vida.
* No sigas castigándote por los errores cometidos. Es como repetir siempre la misma asignatura. De este modo, nunca aprenderás la lección del amor que Dios te regala cada día, ni el arte de conjugar la vida. El pasado pasó. ¡Desahoga en Él tus afanes!
* La nostalgia es actitud de necios. Lo mejor, lo más
interesante, lo nuevo (incluso cuando la soledad parece cegarte) es tu
presente: acógelo, sácale partida.
* Si ya no tienes objetivos, ilusiones y esperanza
aterrizarás forzosa y peligrosamente en el pasado. Deja, por tanto, que por
algún resquicio de tu alma o de tus ventanas, entre un poco de aire que
mantenga vivo el rescoldo.
* Mira siempre agradecido a tu pasado. No te faltan motivos
para ello. Descubrirás que, a pesar de todo, ha valido la pena haber sido
escogido desde la eternidad de Dios para la aventura maravillosa de la vida.
* Vive cada día como una nueva oportunidad. En el pórtico de
la Vida que te ha sido prometida, ya puedes decir (con modestia, claro):
Confieso que he vivido.
* "Haz memoria de Jesucristo, resucitado de entre los
muertos". La fe de los cristianos tiene su origen en la historia de Aquél
que "pasó entre nosotros haciendo el bien. Pero no pasó. Sigue vivo. Ser y
hacer memoria de Él es apuntarse a la mejor conjugación: He vivido, vivo y...
viviré.
* RECUERDA la frase de San Agustín: "Dios no manda
cosas imposibles, sino que, al mandar lo que manda, te invita a hacer lo que
puedas y pedir lo que no puedas y te ayuda para que puedas."
de www.webcatolicodejavier.org
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