domingo, 13 de julio de 2014

La homilía de Don Julián para el domingo 13 de julio

Acoger la Palabra de Dios es nuestra semilla, sembrar esa Palabra en el Mundo es evangelizar y pedirle al Señor que acoja a todos los hombres y al mundo porque en ellos ha caído mucha o poca de su semilla.
Tres cosas son necesarias para que germine y de fruto la semilla. La Lluvia, la Semilla, y la Tierra. Si falta alguna de ellas no hay cosecha, aunque la primera necesaria sea la Semilla.
El Papa Pablo VI decía que la meta del Concilio Vaticano II era la renovación de la Iglesia. Renovación no quiere decir acomodarse a los tiempos modernos, que a veces son anticristianos. Renovarse quiere decir que los cristianos, la Iglesia, Cuerpo de Cristo, debe ser coherente con la semilla que Cristo plantó. Un árbol por mucho que crezca, siempre se debe a la semilla de la que brotó. Muchos confunden renovación con capricho.
  • que la doctrina se acomode a nuestros intereses
  • que las predicaciones no sean sal echados en las heridas.
  • que del Evangelio se eliminen los pasajes conflictivos.
La Palabra de Dios siempre estaba en los labios de Cristo. La Palabra de Dios se hace palabra humana en los labios de Cristo. En aquel momento, se puede decir, que Dios hablaba en arameo, lengua de Jesucristo. Y es que Dios quiere llegar a los corazones humanos y para ello debe pasar primero por los oídos y en el lenguaje que los oídos comprenden.
Un día un hombre recién convertido a la fe católica se acercó a un anciano y le preguntó: “Por favor, ¿ha visto pasar por aquí a algún cristiano?” El anciano le respondió: “Uuff. Hay muchas clases de cristianos” “Yo – le dijo el recién convertido – busco a los auténticos, a los verdaderos”. “Hay, hay, pero no tantos como cristianos de boquita” le respondió el anciano. “Y ¿cómo puedo reconocerlos” – le dijo el convertido. El anciano se echó a reír y exclamó: ¡No se preocupe, los reconocerá sin dificultad!. Un cristiano de verdad no pasa desapercibido en este mundo de sabios y engreídos. Los reconocerá por sus obras, pues siempre dejan huella por donde van”.
Dejar huella es vivir el Evangelio sembrándolo con ejemplo de vida.
  • ¿Es usted un cristiano de verdad?
  • ¿Lo reconocen por sus obras?
  • ¿Es usted un cristiano de tierra al borde del camino?


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