V domingo cuaresma. 6 abril.
Jn 11, 1-45
“Lázaro, ven fuera”
El amor es vida. El odio muerte. La
esencia del pecado es el odio, lo contrario del amor, y su
destrucción. ¿Por qué lo que antes se amaba se puede terminar
odiando? Porque no se amaba, era pura pasión. La pasión empuja al
hombre a apropiarse de algo o de alguien, pero cuando se sacia desea
que, lo que ha deseado con tanta furia, ya no exista. ¡El amor es
vida, es carencia de odio, carencia de muerte! Jesús es el amor
de Dios, es Dios que nos ama y su amor es vida eterna.
Sabemos que la palabra “cementerio”
significa lugar de descanso, dormitorio. ¡Duermen el sueño de los
justos! Fíjense lo que dice san Pablo: “Lo que ni el ojo vio,
ni el oído oyó, ni al corazón del hombre llegó, lo ha preparado
Dios para los que le aman” (1 Cor 2,9). ¿Qué nos
ha preparado Dios? ¡La vida eterna! Por eso, Jesús, nos dice: “Yo
soy la resurrección y la vida”.
¿Cuántos cristianos creen en la
Resurrección? Sí creen que Cristo resucitó, pero dudan de que
todos resucitaremos. Por eso por doquier decimos o escuchamos: “No
quiero morir, como en la casa de uno no se está en ningún sitio”,
o “de allí no ha venido nadie a decirnos cómo es aquello”, o
“yo le digo a Dios que no tenga prisa en llevarme, que aquí estoy
bien”. Creemos, o decimos que creemos en el Cielo y en la
Resurrección, pero muy pocos quieren pasar por la muerte para
recibir el abrazo del Buen Dios.
Massadá es un símbolo para los
judíos. Sus ruinas están al oeste del Mar Muerto, a 441 m sobre el
nivel del mar. Herodes el Grande hizo levantar allí una fortaleza
que fue el último reducto de resistencia de los judíos en la guerra
contra los romanos. Allí, un millar de judíos se sacrificaron para
no caer en manos de la X legión romana. En 1963-65 se realizaron
unas excavaciones y encontraron entre las ruinas de una casa de
oración, un pergamino, un texto de Ezequiel que dice: “yo mismo
abriré vuestros sepulcros y os haré salir de vuestros sepulcros…
Sabéis que yo soy el Señor”.
Jesús, que lloró la muerte de su
amigo Lázaro, le vemos, Él mismo, con su palabra, abrir el sepulcro
de Lázaro y devolverle la vida.
Jesús mismo abrirá nuestros ojos e
infundirá nueva vida a nuestros cuerpos. ¡Y no es ciencia
ficción!
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