II T.O. 19 Enero.
Jn 1, 29-34
“…El que quita el pecado…”
¿Qué pecado? ¿Quién
dice que el hombre peca? ¿Quién se atreve a decir que las personas pecan?
¿Quién se atreve hoy a ser Juan Bautista y señalar a las personas pecadoras y a
Jesucristo como el único Salvador?
Lo peligroso no es que los hombres de hoy se declaren
agnósticos, ateos o light. Lo lamentable es que los creyentes no proclamen su
amor, su entusiasmo por vivir el Evangelio y proclamarlo. El escritor Julien
Green, al hablar de las reuniones de los cristianos, decía que “todo el mundo creía, pero nadie gritaba de
asombro, de felicidad”. ¿No es para asombrarse y gritar de felicidad creer
que Jesús nos limpia de nuestros pecados? ¿Por qué no lo gritamos? ¿Nos
avergonzamos de que Jesucristo sea nuestro salvador?
Jesús murió en la Cruz a las 3 de la tarde. A esta hora eran
degollados en el Templo los corderos, a los que los pecadores pasaban sus pecados.
“Jesús cargó con nuestros pecados”. Juan el Bautista presenta y llama a Jesús:
“El Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”.
-
Si te equivocas, no te quedes en lamentos, rectifica.
-
Si tomas un camino equivocado, coge otro camino.
-
No cambies el camino que Dios ha trazado para ti por
ningún otro camino, ¡no serás feliz!
-
Cuando te sientas cansado, descansa, pero no te dejes
seducir por los que te digan: ¿Para qué seguir caminando?
-
Nunca dejes de pedirle a Dios que te ayude a ser una
persona de fuerte voluntad.
La oración hace fuerte la voluntad y la voluntad que emana
de la oración te hará ser buen cristiano. Cuando alguien te pregunte:
-
¿Quién te ha dicho que existe Dios?
-
¿Quién te ha dicho que Dios te ama?
-
¿Quién te ha dicho que Jesús es Dios?
Tú mira a Cristo muerto y resucitado y dile:
Jesús, muriendo por mí,
Jesús, ofreciéndome la Resurrección, es quien me lo ha
enseñado. La Iglesia sólo me repite lo que Jesús dijo.
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