jueves, 5 de septiembre de 2013

La verdadera alegría no es un simple estado de ánimo

Homilías de Benedicto XVI
«Gaudete in Domino semper» —escribe san Pablo—. «Alegraos siempre en el Señor» (Flp 4, 4). La verdadera alegría no es fruto del divertirse, entendido en el sentido etimológico de la palabra di-vertere, es decir, desentenderse de los compromisos de la vida y de sus responsabilidades. La verdadera alegría está vinculada a algo más profundo. Ciertamente, en los ritmos diarios, a menudo frenéticos, es importante encontrar tiempo para el descanso, para la distensión, pero la alegría verdadera está vinculada a la relación con Dios. Quien ha encontrado a Cristo en su propia vida, experimenta en el corazón una serenidad y una alegría que nadie ni ninguna situación le pueden quitar. San Agustín lo había entendido muy bien; en su búsqueda de la verdad, de la paz, de la alegría, tras haber buscado en vano en múltiples cosas, concluye con la célebre frase de que el corazón del hombre está inquieto, no encuentra serenidad y paz hasta que descansa en Dios (cf. Confesiones, I, 1, 1). La verdadera alegría no es un simple estado de ánimo pasajero, ni algo que se logra con el propio esfuerzo, sino que es un don, nace del encuentro con la persona viva de Jesús, de hacerle espacio en nosotros, de acoger al Espíritu Santo que guía nuestra vida.
Ángelus, Plaza de San Pedro, 11 de diciembre de 2011

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