domingo, 8 de septiembre de 2013

La homilía de Don Julián para el domingo 8 de septiembre

23 T.O. (8 Septiembre)

Lc 14, 25-33
Dejarlo todo para ganar a Jesús.
“El que no renuncia a todos sus bienes, no puede ser discípulo mío…”
Lo que Jesús nos propone es que para seguirle a Él nuestro corazón debe tenerle a Él como el mayor tesoro, como el principal bien. Si los bienes materiales le impiden a un bautizado ser buen cristiano, debe desprenderse de ellos o someterlos a su condición de cristianos.
¿Y los ricos, qué?
San Pedro Damiani dice que los ricos que dan limosna no dan de lo suyo, sino que devuelven lo ajeno, y un cardenal decía que los ricos pueden ser tolerados en la iglesia con tal de que sirvan a los pobres.
¿Exageraban? Creo que un poco sí. Si un cristiano es rico y vive su cristianismo sabrá muy bien el uso que le da a la riqueza. El modelo puede ser Zaqueo o José de Arimatea.
¿Se pasa el Señor en sus exigencias para ser discípulo suyo? ¡No! Él pide a cada uno lo que sabe que esa persona puede dar. El ser cristiano no es ser atleta de Juegos Olímpicos para ganar el primer puesto. Las exigencias que Cristo nos pide es la de intentar ser buenos cada día. Nos pide esfuerzos, pero para ser mejores en el día a día.
La cruz de cada día.
Pero la cruz como manantial de vida.
En la primera guerra mundial vivía en Roma el escultor bohemio J. Weirich. Quiso expresar la oposición que había entre cruz y vida. Así que hizo dos esculturas que puso una enfrente de otra: La Navidad y la Piedad. La Navidad era una Virgen sana, con fuerza, que mostraba a su niño lleno de vida. Los ojos de la Virgen brillaban de felicidad y esperanza. La Piedad expresaba lo contrario. El cuerpo muerto de Jesús yacía sobre las rodillas de su Madre Dolorosa. La Virgen con los ojos bajos, no se atrevía a mirar hacia adelante, como si no hubiese futuro.
A este escultor le faltaba una tercera imagen. Cristo en la mañana de Pascua presentándose ante su Madre. Jesús resucitado es el Horizonte iluminado que jamás el hombre había soñado.
Yo les invito a ustedes que los cristianos del siglo XXI seamos esculturas vivientes de las que se olvidó Weirich. Cristianos que son en el mundo la sonrisa de Dios, la Resurrección de Cristo, la vitalidad y ánimo del Espíritu Santo.

Recordemos que Cristo no se quedó muerto en las rodillas de la Virgen María, sino que resucitó y ahora quiere que nosotros seamos imágenes de su vida.

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