domingo, 22 de septiembre de 2013

Homilía de Don Julián del 22 de septiembre de 2013

25 T.O. (22 Septiembre)

Lc 16, 1-13
No se puede servir a dos…
La buena gente, que es la gran mayoría, se queda estupefacta cuando se destapan los “apaños” o corruptelas de altos cargos, públicos o de empresas privadas, que se fabrican esos “contratos blindados”.
No está mal querer ganar o querer aumentar lo que se tiene, la vergüenza está en hacerlo a costa del engaño y quitárselo a los demás. ¡Los sinvergüenzas viven a costa de los trabajadores y los trabajadores a costa de su trabajo!
SER SAGACES es bueno. Hacer el bien y hacerlo con inteligencia. Ya sabemos que se dice: “haz el bien y no mires a quién”, pero sí hay que mirar si el bien que hacemos hace bien o perjudica.
La sagacidad es fuerza para los que están derrotados sin ilusión, zarandeados por las adversidades, mirar por las rendijas y así escaparse de las desdichas.
El Evangelio de hoy no alaba las “corrupciones” del administrador, sino su sagacidad para salir de su adversidad.
Los judíos tienen un proverbio: “Todo hombre cree que tiene bastante inteligencia, pero que no tiene suficiente dinero”. Pero la verdad es que toda persona que es trabajadora e inteligencia, termina por tener dinero.
-         En los países sin muchos frigoríficos, la sabiduría se compara con la sal, sin la cual la carne se pudre.
-         En siná la sabiduría es comparable a un oasis en el desierto.
Donde no hay un mínimo de sabiduría, de inteligencia, de sagacidad… todo es desierto sin oasis y carne sin salar.
Es bueno que le digamos hoy a Dios que nos perdone por la falta de sagacidad para multiplicar los dones que Él nos  ha otorgado, mientras nos quitamos la vida por triplicar lo material.
-         ¡Perdón, Señor!
-         Porque nos fiamos más de los anuncios sagaces de la TV que de Ti.
-         Porque pocos se sienten amigos de los honrados pobres, y mucho sonríen con amigos ladrones.
-         Porque no valoramos la honradez, el trabajo y el pan amasado con esfuerzo y sudor
Un millonario está agonizando y ya no ve. Pregunta a su mujer:
-         Isabel, ¿estás aquí?
-         Sí querido
-         ¿Están también todos los hijos?
-         Sí, todos.
-         ¡Santo Cielo! y… ¿quién está cuidando hoy de nuestros negocios?

Así son los que sirven a dos señores. No están ni con Dios ni  con su negocio.

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