¡El Padre misericordioso! El
Padre que todo lo perdona. Dios siempre está esperándonos con los brazos
abiertos.
El hijo que nos presenta el
Evangelio de hoy, usó mal y abusó del amor y de la libertad que el padre, en
nuestro caso, Dios, nos da. Dios nos da libertad para optar por el amor o
rechazarlo. Rechazar el amor es abandonar a Dios e irnos al despilfarro y
derroche de lo que somos, perder la imagen y semejanza a la que fuimos creados
hasta caer en convivencia con los cerdos.
El hijo abandonó, se alejó
rechazó el amor que tenía y gozaba junto a su padre, pero el padre no menguó su
amor por el hijo. Su Amor y Perdón tenían la puerta abierta para cuando el hijo
quisiera regresar.
-
¿Valoramos el amor y la misericordia de Dios nuestro Padre?
-
¿Qué hacemos cuando el pecado nos aleja de Dios?
- ¿Confiamos en el Amor y
perdón de Dios?
Un hombre fue a confesarse y le
pidió al confesor que le pidiera a Dios por él, para alejarse del pecado. El
sacerdote se lo prometió y así lo hizo. Semanas después el hombre seguía
pecando y le dijo al confesor que sus oraciones no servían de nada. Entonces el
sacerdote le dijo:
- Ven y ayúdame a levantar
aquel costal de trigo que se ha caído de la mula. Cogió el hombre por un lado y
el sacerdote por el otro.
Pero cuanto más tiraba el
pecador para arriba, más tiraba el sacerdote para abajo. El pecador dijo
enfadado:
-
¡Así no lo podemos levantar! Yo tiro para arriba y usted para abajo.
-
Pues esto es lo que haces tú – dijo el sacerdote. Cuando yo le pido a Dios que
te ayude a levantarte de tus pecados, tú sigues tirando hacia abajo.
-
¿Hacemos nosotros lo mismo?
- ¿Le ayudamos a Dios a
levantarnos de nuestro egoísmo?
¡No lo olvides! Dios te espera.
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