¡Estamos Comiendo Pasto!
Una caricatura nuestra la podemos ver en unas vacas en un campo. La
mayoría tiene las cabezas abajo, apacentando. Pero, una vaca tiene la cabeza
levantada, ojos abiertos en una expresión de sorpresa. Su boca está llena de
hierba que sale por los dos lados. Con horror anuncia a las otras, “¡Estamos comiendo pasto!”
Hace ochocientos años, un joven sorprendió a sus contemporáneos al
hacer un descubrimiento semejante. Él estaba buscando las cosas que muchos
jóvenes desean: dinero en el bolsillo, ser parte de un equipo que gana, la
admiración de mujeres jóvenes y influencia sobre otros. Esas cosas son buenas,
pero son como comer pasto en comparación a lo que tiene valor verdadero.
Efectivamente el joven anunció, “estamos
comiendo pasto.” Renunció a sus riquezas, a su herencia, aun a su familia.
Pero ganó lo que Jesús promete: paz, centenares de hermanos y hermanas y vida.
Sucedió en un pueblo italiano llamado Asís. El joven se llamaba Francisco.
San Francisco tuvo un mensaje, no solamente para la gente del siglo trece,
sino para todos los tiempos, porque descubrió la clave al Evangelio. Lo podemos
ver en la narración del primer milagro público de Jesús. No es una curación,
sino un milagro en el que muchos pueden participar. Transforma agua en vino. El Evangelio da énfasis a la calidad y a
la cantidad. Ciento cincuenta tinajas es una cantidad enorme, aun para un grupo
mediterráneo en una fiesta de bodas. Lo que Jesús está diciéndonos es, “No tengáis miedo. Deja de ir tras de las
cosas que nunca te pueden satisfacer. Tengo todo lo que requieres y más.”
Uno de los regalos del papa Juan Pablo fue los misterios luminosos del
rosario. El segundo misterio es lo que vemos en el evangelio de hoy, las bodas
de Cana donde Jesús cambio el agua en vino. Fue el punto en que “sus discípulos
creyeron en él.” Como ellos tenemos que poner a un lado las cosas inferiores y
abrirnos a lo que él desea para nosotros.
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