“Desbordo de gozo con el Señor”
(1ª lectura)
“Se alegra mi espíritu en Dios mi
Salvador” (Salmo)
“Estad siempre alegres” (2ª
Lectura)
“Yo soy el Mesías” (Evangelio).
¿Recuerdan cómo comienza nuestra
Redención? Un Ángel se le presenta a una joven Nazarena llamada
Miriam y le dice: “Alégrate” y el último libro de la
Biblia, el Apocalipsis, termina: “Alegraos, cielos, y los que
habitáis en ellos”.
Así que, los cristianos tenemos firmes
y verdaderos motivos para estar alegres y también para ser fuentes
de alegría y esperanza para todos los pueblos. Pero ¿y por qué
muchas veces ni estamos alegres y menos somos fuentes de alegría?
Por qué no somos humildes como Juan el Bautista. Humildes para
reconocer que nosotros no somos “mesías”, ni somos la Palabra de
Dios, sino que somos sólo su voz, los portadores de su alegría y de
su Palabra.
Los primeros cristianos se reunían
para la fracción del pan, para la Eucaristía. Pero lo hacían
“con alegría y sencillez de corazón”(Hech 2, 44-46)
¿Venimos a Misa con alegría y sencillez?
- La humanidad sin alegría, cae en el pesimismo.
- La alegría sin humildad, cae en el narcisismo.
¿Somos alegres y humildes?
Si queremos ser buenos discípulos de
Cristo tenemos que ser su voz, su mensaje, sus obras y hacerlo con el
mayor amor y sin soberbia.
En algún sitio leí que en la casa de
Dios, y también en la Iglesia, no vale nada ser profesionales. Lo
que realmente vale es ser testigos de Cristo. ¿Por qué este
Papa, Obispo, Sacerdote, padreo madre de familia, anciano o joven y
hasta un niño son buenos y son espejos de Dios?
Porque son testigos de Jesucristo.
Muchos políticos o gente sencilla,
suelen decir: “No estamos para fiestas, no tenemos motivos para la
alegría”. Los cristianos debemos responderles que sí tenemos
motivos: ¡El Amor de Dios jamás nos falta y Cristo nos salvó de la
muerte eterna!
El rabino Hugo Grynn fue llevado a
Auschwitz con su familia cuando era un niño. Una noche fría de
invierno el padre de Hugo reunió a la familia en un barracón. Era
la primera noche de la fiesta de Januca, fiesta judía de las luces
(Celebrada durante ocho días, conmemora la derrota de los helenos y
la recuperación de la independencia judía a manos de los macabeos
sobre los griegos, y la posterior purificación del Templo de
Jerusalén de los iconos paganos, en el siglo II a. C.) Hugo
contemplaba con horror cómo su padre cogió la última manteca que
les quedaba y la convertía con una tira de sus harapos en una vela.
Papá no, gritaba Hugo. Esa manteca es el último alimento que nos
queda. El padre encendió la vela y dijo: “Hijo mío, podemos vivir
muchos días sin comida. No podemos vivir un minuto sin esperanza.
Esta luz representa la esperanza. No dejes que dentro de ti se apague
la esperanza”.
Adviento es la luz que nos recuerda que
nunca debemos quedarnos sin esperanza.
Dios no quiere que su Iglesia sea una
nevera para conservar una piedad sin frutos. Lo que Dios quiere es
una Iglesia encubadora de luz, luz para todas las personas y más
para los que están sin esperanza.
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