- ¿Estaría la Iglesia vacía o a rebosar si todos la frecuentaran como yo ?
- ¿Cuántos grupos y reuniones habría si todos dedicaran el tiempo que dedico yo?
- ¿Cuántas personas enfermas, angustiadas, solitarias serían consoladas por la Iglesia si todos los feligreses actuaran como yo ?
-¿Cuántos niños y jóvenes asistirán a la catequesis si todos los feligreses tuvieran mis prioridades?
- ¿Sería una gran fuerza a favor de Jesucristo en medio del pueblo y el mundo si todos los feligreses fueran como yo ?
- ¿Cómo sería mi Paroquia si todos los feligreses fueran como yo?
No hay pecado en el fracaso. Sí, en no atreverse a arriesgar. A la Iglesia no se le ha confiado el Evangelio para que lo guarde. Se le ha confiado para que siembre en los corazones y se multiplique en el intercambio espiritual entre las personas.
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