VI Pascua. 25 de Mayo. San Juan 14, 15-21
“Si me amáis, guardaréis mis
mandamientos”.
Los cristianos tenemos que ser
testigos del amor de Cristo. La mentira, la indiferencia, las
murmuraciones… son signos de que no se ama.
Una joven hablaba y atendía a los
pobres del pueblo. Un día preguntó a mi novio.
- ¿Me queréis?
- ¡Con todo mi corazón! –respondió el muchacho.
- ¿Tal como soy?
- ¡Tal como eres, cariño! – aseguró él.
Se casaron. Y todo cambió. Al marido
le desagradaba verla tratar con aquella gente. Ella le preguntó:
- ¿No me quieres?
- ¡Te quiero a ti, no a ellos! – le gritó de mal humor el marido.
La joven le dijo:
- Si no amas lo que yo amo, tampoco me amas a mí. Ya veo que lo único que amas de mí es lo que te interesa a ti, pero eso no se llama amor, sino egoísmo (Lorenzo Castiñeiro).
Amar a Cristo es amar a todos los que
Cristo ama. ¿Se puede amar a Cristo y odiar o tratar con
indiferencia a los que ama Cristo?
No es fácil, pero hay que amar a los
demás por lo que son: ¡Hijos de Dios, salvados por Cristo y morada
del Espíritu Santo, no por lo que hacen, bueno o malo!
Incluso en el corazón más malvado hay
un rincón bello, lleva la marca de origen: “Salido de las manos de
Dios”. Y también, en el corazón más bueno, hay algún rincón
tocado por el mal: ¡Somos hijos de Adán y Eva!
Así que ama a Dios y ama lo que Dios
ama: ¡Todos son tus hermanos, aunque algunos te duelan! Y recuerda:
Abre tu ventana a la vida
goza con el sol que te alumbra
sorpréndete por la belleza de las
flores,
el canto de los pájaros,
la risa de los niños…
Admira la creación donde palpita el
amor y el poder de Dios.
Goza de:
el cielo estrellado
la ternura de tu madre
el abrazo de un amigo.
Y recuerda:
Los amigos de Cristo,
son mis amigos.
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