domingo, 3 de julio de 2016

La homilía de Don Julián para el domingo 3 de julio



Sin medios materiales, en un ambiente hostil y armados sólo con las palabras de Jesús, 72 emprenden la tarea de anunciar el Reino de Dios. Estos 72 son la imagen de la Iglesia de todos los tiempos.
Jesús sigue enviándonos. A usted que se siente incapaz de hablar del Evangelio a sus familiares, amigos y compañeros de trabajo, porque tiene miedo a que lo marginen, a que se burlen, a que le llamen rancio o lo despidan.

Nadie puede competir con la Iglesia en bondad, en oferta de paz y amor, y por eso mismo ha sido, es y será atacada, rodeada con la hostilidad de los que llevan en sus corazones envidia, rencor y furia.
Si llevamos en nuestro corazón a Jesucristo, el mal, la hostilidad y la furia se rendirán porque Cristo venció el mal y nosotros también lo podemos hacer.
Los cristianos somos trabajadores del Evangelio. El mundo es el campo que debemos trabajar, cultivar y hacer que dé fruto.
Un emigrante observaba el trabajo que realizaba una máquina trilladora: cortaba el trigo, lo limpiaba, lo metía en sacos y metía la paja prensada en fardos. Pero se asombraba: se desperdiciaba muchas espigas y sentía lástima y pensaba en el hambre que quitaría con ellas.
A nosotros nos corresponde que “no se pierda ningún hijo de Dios”. ¿Se imagina a todos los católicos hablando a los demás del Evangelio? Cristo necesita, no sólo discípulos sino discípulos obreros dispuestos a trabajar con alegría y bondad los campos de las mentes y corazones.
Dice un proverbio Hindú: “Cuando hables, procura que tus palabras sean mejores que el silencio”. Tú que eres cristiano, si tus obras son peores que tus palabras, guarda silencio.
No olvides: las excusas son el camino del fracaso. El camino del éxito se basa en la responsabilidad y en la fuerza de voluntad.

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