domingo, 15 de mayo de 2016

La homilía de Don Julián para el Domingo de Pentecostés



Beber del mismo Espíritu
Antoine de Saint-Exupéry, autor de El Principito, dijo, “Si quieres construir un barco, no reunir a hombres para recoger leña, dividir el trabajo y dar órdenes, ¡sino más bien despierta su inquietud por la inmensidad del mar!
Este Domingo pedimos por el Espíritu Santo. San Pablo nos dice que por nuestro bautismo “bebimos” del Espíritu. (1 Cor 12:13) “Los guiará a toda verdad.” (Jn 16:13) El Espíritu nos da la capacidad para vivir las enseñanzas de Jesús. Nadie puede hacerlo por su propia cuenta. Pero él no es solamente la energía para llegar al destino. Es el destino. Es la inmensidad del mar. Quizás las palabras de Saint Exupéry causaron una emoción en tu alma. No porque crees que el Océano Pacifico es sin límites. Sabes que al fin llegarás a China. Pero las palabras tal vez te hizo recordar un anhelo que la tierra no puede satisfacer.

Nuestro corazón está inquieto,” dice San Agustín. Uno solo puede dar descanso – el Consolador.
No soy un profesor nervioso que quiere que sus alumnos se calmen. Al contrario, me gustaría que toda persona aquí suelte los deseos más profundos. C.S. Lewis escribe, “si consideramos las promesas de premio y la naturaleza de los premios prometidos en los Evangelios, parece que el Señor no encuentra nuestros deseos como demasiado fuertes, sino muy débiles. Somos criaturas de medio corazón, jugando con bebida y sexo y ambición cuando gozo infinito nos está ofrecido, como un niño ignorante que quiere seguir haciendo sus tortas de lodo en la ciudad porque no puede imaginar lo que significa vacaciones en la playa. Nos complacemos con cosas muy pequeñas.”
El mar abierto nos llama. Admito que implica riesgo, quizás sentirnos mareados. Pero Jesús nos da un guía seguro y un consolador – el Espíritu Santo. ¡Navega por el mar del Amor!
Para explicar el don del Espíritu Santo, Santa Mariana, después del fallecimiento de san Damián, se hizo cargo de la colonia de leprosos en Molokai.
Nacida en Alemania, su familia se mudó a los Estados Unidos cuando ella tenía un año. Se hizo hermana franciscana y ayudo a fundar dos hospitales católicos en Nueva York.
Con un pequeño grupo de hermanas enfermeras, la Madre Mariana llego a Molokai el 14 de noviembre de 1888 (mil ochocientos ochenta y ocho). En cuatro semanas el padre murió - entregando a sus queridos leprosos al cuidado de la Madre Mariana.
San Damián de Molokai y Santa Mariana Cope: Representan el amor de Jesús para nosotros. Como el Padre Damián, Jesús no nos dejara huérfanos. Reza al Padre, quien envía el Espíritu Santo, el Consolador.

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