Beber del mismo Espíritu
Antoine de Saint-Exupéry, autor
de El Principito, dijo, “Si quieres construir un barco, no reunir a hombres
para recoger leña, dividir el trabajo y dar órdenes, ¡sino más bien despierta
su inquietud por la inmensidad del mar!”
Este Domingo pedimos por el
Espíritu Santo. San Pablo nos dice que por nuestro bautismo “bebimos” del
Espíritu. (1 Cor 12:13) “Los guiará a toda verdad.” (Jn 16:13) El
Espíritu nos da la capacidad para vivir las enseñanzas de Jesús. Nadie puede
hacerlo por su propia cuenta. Pero él no es solamente la energía para llegar al
destino. Es el destino. Es la inmensidad del mar. Quizás las palabras de Saint
Exupéry causaron una emoción en tu alma. No porque crees que el Océano Pacifico
es sin límites. Sabes que al fin llegarás a China. Pero las palabras tal vez te
hizo recordar un anhelo que la tierra no puede satisfacer.
“Nuestro corazón está
inquieto,” dice San Agustín. Uno solo puede dar descanso – el Consolador.
No soy un profesor nervioso que
quiere que sus alumnos se calmen. Al contrario, me gustaría que toda persona
aquí suelte los deseos más profundos. C.S. Lewis escribe, “si consideramos las
promesas de premio y la naturaleza de los premios prometidos en los Evangelios,
parece que el Señor no encuentra nuestros deseos como demasiado fuertes, sino
muy débiles. Somos criaturas de medio corazón, jugando con bebida y sexo y
ambición cuando gozo infinito nos está ofrecido, como un niño ignorante que
quiere seguir haciendo sus tortas de lodo en la ciudad porque no puede imaginar
lo que significa vacaciones en la playa. Nos complacemos con cosas muy
pequeñas.”
El mar abierto nos llama.
Admito que implica riesgo, quizás sentirnos mareados. Pero Jesús nos da un guía
seguro y un consolador – el Espíritu Santo. ¡Navega por el mar del Amor!
Para explicar el don del
Espíritu Santo, Santa Mariana, después del fallecimiento de san Damián, se hizo
cargo de la colonia de leprosos en Molokai.
Nacida en Alemania, su familia
se mudó a los Estados Unidos cuando ella tenía un año. Se hizo hermana
franciscana y ayudo a fundar dos hospitales católicos en Nueva York.
Con un pequeño grupo de
hermanas enfermeras, la Madre Mariana llego a Molokai el 14 de noviembre de
1888 (mil ochocientos ochenta y ocho). En cuatro semanas el padre murió -
entregando a sus queridos leprosos al cuidado de la Madre Mariana.
San Damián de Molokai y Santa Mariana Cope: Representan el amor de Jesús
para nosotros. Como el Padre Damián, Jesús no nos dejara huérfanos. Reza al
Padre, quien envía el Espíritu Santo, el Consolador.
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