domingo, 22 de noviembre de 2015

La Homilía de Don Julián para el domingo 22 de Noviembre de 2015


Este domingo, Fiesta de Cristo Rey, vemos la anchura  del  plan de Dios. El profeta Daniel ve "alguien semejante a un hijo de hombre" que recibirá "soberanía, gloria y reino." El profeta dice que de "todos los pueblos y naciones  y  todas  la lenguas" lo servirá. "Su reino jamás será destruido." Vemos el cumplimiento de la profecía de Daniel en el Evangelio. Preci- samente al momento de su mayor humillación, Jesús dice ante Pilato, "Soy rey." por eso, "nací y vine al mundo." Con esta declaración de su soberanía, Jesús permitió el derramar su sangre. San Juan, en el libro del Apocalipsis, declare que "por su sangre" Jesús nos ha liberado del pecado y "ha hecho de nosotros un reino.".

Un sacerdote perdió a un sobrino joven que murió en un incendio. Para preparar su homilía funeral, pasó un tiempo entrevistando a los amigos del sobrino falle- cido. Su mente y corazón se abrió a un mundo desconocido. Pudo ver en esos jóvenes una protesta contra el vacío de nuestra cultura y un anhelo por algo duradero y genuino, un anhelo para lo divino.

Mostraron un deseo fuerte por honrar a alguien querido. Bellos impulsos: el anhelo para lo divino y el deseo de honrar a seres queridos difuntos. En la Fiesta de Cristo Rey, vislumbramos que esos anhelos tienen una  meta. Jesús derramó su    sangre para esa finalidad, para lograr la entrada en un reino que abrazaría a todo pueblo, nación y lengua.

Hoy en la Fiesta de Cristo Rey, Jesús, en unión íntima con el Padre, nos dice que él es el Alfa y la Omega. Ustedes han visto esas letras en el arte cristiano: el Alfa parece una A mayúscula y la Omega como una U girada. Son el A y la Zeta del alfabeto griego, la primera y la última letras.  Jesús, el Alfa y la Omega: "El que es, el que era y el que ha de venir, el todopoderoso." Como el principio y fin de la creación.

Si no construimos sobre un fundamento fuerte y no nos mantenemos conectados con Él, nuestras vidas, y nuestras relaciones, pueden desmoronarse. Escuché de un hombre que lo aprendió en una forma dura. Tenía una hija que adoraba. Deseando siempre agradarle, le compraba ropa cara, las mejores escuelas, todo regalo que podía imaginar. Compro un coche para viajar juntos e impresionar a otros. Cuando ella era adolescente, le ofreció un viaje en crucero y le dijo que podía invitar una amiga a acompañarles. Esperaba una reacción de alegría, pero no sucedió. En vez de saltar con gozo, ella se calló y le dijo que no querría ir. Aturdido, le pregunto, "¿Por qué?" Le miro a su padre y le dijo, "Usted no me trata como hija. Me trata como mascota. No soy su mascota."

Exigir no es maltratar, exigirnos es prepararnos para agradar.
 
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