A Dios lo que es de Dios”. 19
Octubre. XXIX T.O. Mt 22, 15-21.
Los aduladores son hipócritas.
No quieren la verdad que Jesús les
puede enseñar sino hacerle caer en una contradicción. ¿Es lícito
obedecer a la autoridad? Sí, siempre que a autoridad no vaya contra
la vida de las personas, pues la vida es de Dios y sólo Él puede
disponer de ella. Los cristianos tienen que ser ciudadanos
ejemplares, pero sin olvidar que no hay ningún Estado que tenga
potestad y dominio absolutos. Los apóstoles proclamaron ante el
Sanedrín: “Hay que obedecer antes a Dios que a los hombres”.
Si miramos a las personas y hablamos
con ellas nos damos cuenta que temen a los poderosos, ¿por qué? Y
sin embargo a Dios apenas prestan atención. ¿Quién teme a los
buenos? Nadie adula a Dios, pero los poderosos de este mundo son
bañados en cataratas de adulaciones. ¿Y qué hacen los
cristianos? Caen también en dar a los que mandan lo que sólo le
corresponde a Dios.
“En esta sociedad se ha creado un
enorme vacío moral y religioso. Todos parecen espasmódicamente
lanzados hacia conquistas materiales… Dios se ha convertido en
cambio, en una estrella lejanísima, a la que sólo se mira en
determinados momentos. Creemos ser religiosos porque vamos a la
Iglesia, tratando después de llevar fuera de la iglesia una vida
semejante a la de tantos otros, entretejida de pequeñas o grandes
trampas, de injusticias, de ataques a la caridad, con una falta
absoluta de coherencia” (A. Luciani. “Ilustrísimos
señores”).
¿Qué imagen llevaba la moneda
presentada a Jesús? La del César. Pues esa moneda es propiedad del
César. ¿Qué imagen llevamos las personas? La imagen de Dios. Pues
entonces pertenecemos a Dios. ¿Hay dinero para comprarle a Dios su
propiedad? ¡No! Así que aunque el hombre se venda a cualquier poder
humano sigue perteneciendo a Dios.
Un poco de humor.
- ¿No me prometiste que te portarías bien?
- Sí, papá.
- ¿Te prometí yo que si no te portabas bien te daría un par de bofetadas?
- Sí, papá. Pero como yo no he cumplido mi promesa, tú tampoco debes cumplir la tuya.
Ser ejemplo para los hijos no es
amenazar con un par de bofetadas, sino con ser ejemplo a imitar.
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