“Invitados al banquete”. 12 Octubre. XXVIII T.O. Mt 22, 1-14.
Dios prepara un banquete cada Domingo
para todos sus hijos, para todos los hombres y mujeres. Su hijo Jesús
será la comida eterna, pero muy pocos invitados acuden, la mayoría
de las personas se excusan. ¿Qué les pasa? Sufren las resacas de
sus continuas borracheras de egoísmo o la indiferencia hacia lo
eterno.
¡Los invitados no vienen, Señor! Y el
Señor, dijo: “id a los cruces de los caminos e invitar a pobres,
ciegos, lisiados, mendigos, a todos, buenos y malos. ¿Qué requisito
se pide? Además de estar invitado, llevar traje de fiesta, es decir,
un alma amante de Dios.
Le preguntaron a un sacerdote, ¿quieres
son los invitados, los cristianos que “matan” poco a poco a la
Iglesia en sus corazones? El Sacerdote respondió:
- Cuando no vienes a la iglesia.
- Cuando vienes siempre tarde.
- Cuando vienes de mal humor.
- Cuando estás deseando que la Misa termine.
- Cuando sales del Templo como has venido.
Todos éstos son cristianos invitados
al banquete, pero sin traje de gracia divina.
Un escritor decía: “Si preguntas a
cien católicos qué es lo más importante en la Iglesia, te dirán
que es la Misa, y lo más importante de la Misa, la consagración…
y así continuaran”, pero ¿qué sería un banquete sin invitados?
¿No es importantísima la invitación que Dios nos ha hecho? El Buen
Padre Dios se desvive por sus hijos, pero ¿lo aprecian los hijos?
¿Lo valoran? ¿Lo agradecen?
Hoy recordamos la aparición de la
Virgen María al apóstol Santiago el Mayor, patrón de España. El
apóstol recorre las tierras de Hispania proclamando el Evangelio. Se
siente decepcionado pues no se ve recompensado con conversiones, y la
Virgen que vivía en Éfeso o Jerusalén, se le aparece para
reconfortarle y recordarle que la tarea de todo discípulo de Jesús
es sembrar el Evangelio pues unos siembran y otros recogen. ¿Cómo
tiene que ser la fe y el amor de los seguidores de Jesús? Tiene que
ser fuerte y firme como la columna sobre la que se posó la Virgen
María. ¿Es así nuestra fe y amor?
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