¿Qué es la Eucaristía? El
misterio de la presencia de Cristo bajo la apariencia del pan y vino.
Lo que el gusto, tacto y los sentidos tienen como pan y vino, la Fe
nos descubre el significado de ese signo. Así como cuando vemos que
sale humo detrás de una pared, sólo vemos el humo, que es el signo,
pero viene el conocimiento y nos dice: allí hay fuego, allá hay
algo que se está quemando. La realidad es el fuego, el signo es el
humo; así el signo es el pan y el vino, pero lo substancial se ha
transformado en la presencia de Cristo, su Cuerpo y su Sangre.
Día del amor fraterno.
Es el día de la Caridad, de Cáritas,
día del Corpus Christi. Podríamos poner ante nosotros este eslogan:
“Cuando compartes, Cristo está contigo”, porque donde hay
amor allí está Dios.
Cualquier persona debe saber, y mejor
los católicos, que lo que no se da se pierde y quien no da se pierde
a sí mismo.
Hay un interesante folleto de C.
Ramirez Olarte, que se titula: “La Misa… ¡no me dice nada!”.
En él Don Prudencio va explicando a Expedito la Misa y su
significado. En un momento le dice:
- Después de haber echado el sacerdote el vino en el cáliz, toma una cucharita unas gotas de agua y la mezcla con el vino. ¿No te has fijado?
- Sí, me he fijado. ¿Qué significa?
- El vino representa a Cristo, puesto que se va a convertir en su sangre, y esas gotitas de agua, a nosotros y todas nuestras cosas. Del mismo modo que al incorporar el agua al vino, todo se convierte ya en vino, también nosotros debemos hacernos uno con Él. Y así como aquello, por las palabras de la consagración, se va a convertir en algo divino, en el Cuerpo y la Sangre del Señor, le pedimos a Dios, en ese gesto, que haga divina nuestra vida y todos nuestros afanes.
Me contaba un amigo, que había captado
este simbolismo, que él, cada vez que el sacerdote mezclaba las
gotas de agua con el vino, le decía interiormente al Señor: “Señor,
allá voy yo”.
A la misa vamos a entregarnos a Dios
con nuestro Señor Jesucristo. Es la actualización de su entrega –
su sacrificio – y de nuestra entrega con Él. Es el mejor medio que
tenemos para unir nuestra entrega a la entrega de Cristo. Así
nuestra pobreza, unida al amor del Señor, adquiere un valor infinito
ante Dios.
“Hoy me entrego a tus brazos como a
nadie. Porque sé que mi amor, si n tu amor, no vale nada”.
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