33 T.O.
(17 Noviembre)
Lc 21, 5-19
“… no tengáis
pánico…”
Pronto terminaremos el año litúrgico ciclo C y la Iglesia
nos pone esta lectura evangélica para que reflexionemos sobre el final de la
historia. ¡Todo será transformado, renacido, nuevo! ¿Y qué nos dice el Señor? “cuando oigáis noticias de guerras y
revoluciones, no tengáis pánico”. “Y cuando todos os odien por ser cristianos,
no tengáis pánico”. ¿Por qué no debemos “tener pánico”? Porque el Amor de Dios
y la providencia de Dios actuarán en nosotros, serán nuestra fuerza y nuestra
defensa.
Los poderosos, los reinos, las potencias, el mundo todo eso
caerá, pero Dios permanecerá y con Él nosotros, pequeños e indefensos, pero que
somos tornados de paz, de bondad, de justicia que están sustentados por Dios.
Todo lo que hace el hombre no es eterno. Todo lo que ofrece
el mundo no es eterno. Sólo Dios lo es.
Qué paz nos da Jesucristo cuando nos dice: “No os dejéis
amilanar por los vaivenes de la historia, ni deslumbrar por lo caduco. Estad
alegres, disfrutar, pero siempre poniendo vuestro corazón en Dios.
Los cristianos debemos vivir con alegría pues no somos
misiles de destrucción sino colaboradores de Dios que en vez de ensuciar la
creación intentamos limpiarla con amor y obras buenas.
Un sacerdote le pregunta a un niño en la catequesis:
-
Juan, ¿le rezas a Dios?
-
Sí, padre.
-
¿Y qué le pides cuando le rezas?
-
No le pido nada. Sólo le digo: Jesús, ¿te puedo ayudar
en algo?
-
¿Y qué te responde Jesús?
-
Que le ayude cada vez que soy bueno.
Alguna vez usted que ahora está leyendo estas líneas, le ha
preguntado a Dios: ¿Puedo ayudarte en
algo?
No tener miedo ni en
la adversidad ni en la persecución. Tenemos que saber que los malos no soportan
a los buenos.
San Jerónimo dijo a san Agustín: “El orbe de la Tierra te
celebra. Los católicos te veneran y te admiran como a nuevo fundados de la
antigua Fe, y, lo que es señal de mayor gloria, todos los herejes te odian, y
con odio parejo me persiguen a mí. A los
que no pueden matarnos con la espada, nos matan con el deseo.
¿Qué hacen los
cristianos para ser odiados o perseguidos? Quizás, ¿defender a los más
indefensos como es a los fetos humanos? Quizás ¿proporcionar cuidados a los
enfermos, a los ancianos, dar pan a los hambrientos? La mente de quienes ODIAN,
es puro infierno, y hasta los milagros lo ven como ofensa.
Nosotros, sigamos el consejo de san Ignacio de Loyola: “Reza
como si todo dependiera de Dios y trabaja como si todo dependiera de ti”.
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