jueves, 4 de julio de 2013

Yo no me hago cristiano....


Dios ya no es un Dios muy lejano, no es una realidad para discutir —si existe o no existe—, sino que nosotros estamos en Dios y Dios está en nosotros. La prioridad, la centralidad de Dios en nuestra vida es una primera consecuencia del Bautismo. A la pregunta: «¿Existe Dios?», la respuesta es: «Existe y está con nosotros; es fundamental en nuestra vida esta cercanía de Dios, este estar en Dios mismo, que no es una estrella lejana, sino el ambiente de mi vida». Esta sería la primera consecuencia y, por tanto, debería decirnos que nosotros mismos debemos tener en cuenta esta presencia de Dios, vivir realmente en su presencia. […] nosotros no nos hacemos cristianos. Llegar a ser cristiano no es algo que deriva de una decisión mía: «Yo ahora me hago cristiano». Ciertamente, también mi decisión es necesaria, pero es sobre todo una acción de Dios conmigo: no soy yo quien me hago cristiano, yo soy asumido por Dios, tomado de la mano por Dios y, así, diciendo «sí» a esta acción de Dios, llego a ser cristiano. Llegar a ser cristianos, en cierto sentido, es pasivo: yo no me hago cristiano, sino que Dios me hace un hombre suyo, Dios me toma de la mano y realiza mi vida en una nueva dimensión. Como yo no me doy la vida, sino que la vida me es dada; nací no porque yo me hice hombre, sino que nací porque me fue dado el ser humano. Así también el ser cristiano me es dado, es un pasivo para mí, que se transforma en un activo en nuestra vida, en mi vida. Y este hecho del pasivo, de no hacerse cristianos por sí mismos, sino de ser hechos cristianos por Dios, implica ya un poco el misterio de la cruz: sólo puedo ser cristiano muriendo a mi egoísmo, saliendo de mí mismo. Un tercer elemento que destaca de inmediato en esta visión es que, naturalmente, al estar inmerso en Dios, estoy unido a los hermanos y a las hermanas, porque todos los demás están en Dios, y si yo soy sacado de mi aislamiento, si estoy inmerso en Dios, estoy inmerso en la comunión con los demás. Ser bautizados nunca es un acto «mío» solitario, sino que siempre es necesariamente un estar unido con todos los demás, un estar en unidad y solidaridad con todo elCuerpo de Cristo, con toda la comunidad de sus hermanos y hermanas. Este hecho de que el Bautismo me inserta en comunidad rompe mi 
aislamiento. Debemos tenerlo presente en nuestro ser cristianos.
Lectio Divina, Basílica de San Juan de Letrán, 11 de junio de 2012

No hay comentarios:

Publicar un comentario