domingo, 21 de julio de 2013

La Homilía de Don Julián para el domingo 21 de julio

16 T.O. (21 Julio)
Lc 10, 38-42
“Marta lo recibió en su casa”
Equilibrio entre rezar y hacer.
Santa Teresa de Ávila, hablando de la compañía de Jesús, coetáneos de ella, decía: “En la compañía hay muchas cabezas perdidas por un activismo excesivo”. Si no hay tiempo para estar con Dios, para dialogar con Él en oración, es difícil que el tiempo que le demos a los demás sea de calidad, sea tiempo de amor.
¿Hablas con Dios? ¿Haces oración?
Lo dejó escrito el padre Martín Descalzo. Siendo niño lo llevó su madre a visitar la catedral. Él no hacía más que mirar los altares, los techos… su madre le dijo al oído: “Aquí está Dios”. Él miró a todas partes… preguntó a su madre: “Mamá, ¿Dónde está Dios?”. Su madre le respondió: “Dios está aquí, no mires a ningún sitio; éste es un lugar para descubrir a Dios dentro de tu corazón. Dios está en ti mismo”.
Así que hacer oración es mirar dentro de uno mismo, guardar silencio y escuchar a Dios. Hablar con Dios es abrirle el corazón.
El sacerdote veía cada día pasar a un pobre y analfabeto al templo. Se ponía ante el sagrario sentado o de rodillas, así pasaba más de media hora. Un día el sacerdote le preguntó por esta visita diaria.
     “Vengo a ver al Señor”
     “¿Y qué le dice usted al Señor, o el Señor le dice a usted?” – le preguntó el sacerdote.
     “Pues no nos decimos nada. Yo le miro y Él  me mira, no necesitamos más”.
“¡Marta, Marta, andas inquieta y nerviosa con tantas cosas…”. La repetición del nombre es signo de afecto, pero también de amonestación. Es como si le dijese: Marta, vales mucho, eres super buena y trabajadora, pero debes acentuar más la escala de tus valores y preferencias. ¿No soy yo más importante que limpiar el polvo? Si llevamos el corazón lleno de quehaceres, lleno de cosas, no le dejamos lugar a Cristo. Marta había recibido en su casa a Jesús, pero no en su corazón.
“¡Qué feliz sería yo si como Marta pudiera recibir a Jesús!”, decía una Señora. Yo le busqué el pasaje del Evangelio que dice: “Lo que hacéis a uno de estos pequeños, a mí me lo hacéis” (Mt 5, 40). La señora me dijo: “Yo quiero a Cristo en persona, no a sucedáneos”. Me quedé pasmado.
Hay que saber qué es bueno y qué es imprescindible. El trabajo de Marta era bueno, tener todo a punto para Jesús, pero olvidaba que lo imprescindible era estar junto a Jesús, disfrutar de su presencia, llenarse de su amor, escuchar sus palabras.
Hagamos un STOP en nuestra vida, y cada día, en silencio, miremos con el corazón a Dios y sin zozobra por el quehacer, dejémonos mirar por Él.
Julián Escobar,


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