16 T.O. (21 Julio)
Lc 10, 38-42
“Marta lo recibió en su casa”
Equilibrio entre rezar y hacer.
Santa Teresa de Ávila, hablando de la compañía de Jesús,
coetáneos de ella, decía: “En la
compañía hay muchas cabezas perdidas por un activismo excesivo”. Si no hay
tiempo para estar con Dios, para dialogar con Él en oración, es difícil que el
tiempo que le demos a los demás sea de calidad, sea tiempo de amor.
¿Hablas con Dios?
¿Haces oración?
Lo dejó escrito el padre Martín Descalzo. Siendo niño lo
llevó su madre a visitar la catedral. Él no hacía más que mirar los altares,
los techos… su madre le dijo al oído: “Aquí está Dios”. Él miró a todas partes…
preguntó a su madre: “Mamá, ¿Dónde está Dios?”. Su madre le respondió: “Dios
está aquí, no mires a ningún sitio; éste es un lugar para descubrir a Dios
dentro de tu corazón. Dios está en ti mismo”.
Así que hacer oración es mirar dentro de uno mismo, guardar
silencio y escuchar a Dios. Hablar con Dios es abrirle el corazón.
El sacerdote veía cada día pasar a un pobre y analfabeto al
templo. Se ponía ante el sagrario sentado o de rodillas, así pasaba más de
media hora. Un día el sacerdote le preguntó por esta visita diaria.
●
“Vengo a ver al Señor”
●
“¿Y qué le dice usted al Señor, o el Señor le
dice a usted?” – le preguntó el sacerdote.
● “Pues
no nos decimos nada. Yo le miro y Él me
mira, no necesitamos más”.
“¡Marta, Marta, andas inquieta y nerviosa con tantas
cosas…”. La repetición del nombre es signo de afecto, pero también de
amonestación. Es como si le dijese: Marta, vales mucho, eres super buena y
trabajadora, pero debes acentuar más la escala de tus valores y preferencias.
¿No soy yo más importante que limpiar el polvo? Si llevamos el corazón lleno de
quehaceres, lleno de cosas, no le dejamos lugar a Cristo. Marta había recibido
en su casa a Jesús, pero no en su corazón.
“¡Qué feliz sería yo
si como Marta pudiera recibir a Jesús!”, decía una Señora. Yo le busqué el
pasaje del Evangelio que dice: “Lo que hacéis a uno de estos pequeños, a mí me
lo hacéis” (Mt 5, 40). La señora me dijo: “Yo quiero a Cristo en persona, no a
sucedáneos”. Me quedé pasmado.
Hay que saber qué es bueno y qué es imprescindible. El
trabajo de Marta era bueno, tener todo a punto para Jesús, pero olvidaba que lo
imprescindible era estar junto a Jesús, disfrutar de su presencia, llenarse de
su amor, escuchar sus palabras.
Hagamos un STOP en nuestra vida, y cada día, en silencio,
miremos con el corazón a Dios y sin zozobra por el quehacer, dejémonos mirar
por Él.
Julián Escobar,
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