17 T.O. (28 Julio)
Lc 11, 1-13
Orar con el
Padrenuestro
Un sacerdote invitó a un hombre de negocios a hacer cada día
un rato de oración. El hombre de negocio le dijo que estaba muy ocupado, los
negocios es una selva.
El sacerdote le preguntó: “¿Iría usted por la selva con los
ojos vendados?” –“¡No, claro que no!”. Entonces el sacerdote dijo: “Si el mundo
de los negocios es como una selva, para caminar por ese mundo hay que ir con
mente despierta y corazón sosegado. Si en su mente, en su corazón y en sus ojos
sólo lleva los negocios, usted camina a ciegas. La oración pondrá su mente
clara, sus ojos viendo y su corazón atento.
¿Qué hizo el hombre de negocios? Siguió con sus ojos
vendados, sólo cuando sufrió un infarto, su mujer pidió el divorcio y sus hijos
le ignoraron, se dio cuenta de su ceguera. ¿Cree usted que es un caso aislado?
El domingo pasado, ya le decía Jesús a Marta lo importante
que es pararse, darse un tiempo para escuchar
a Dios que nos habla en silencio. En este domingo nos encontramos a los
discípulos pidiéndole a Jesús que les enseñe a orar.
¡Guardar silencio! Porque lo importante de la oración no es
lo que nosotros pedimos a Dios, sino escuchar qué quiere Dios de nosotros.
Pedir es un gesto de humildad y de esperanza.
Pedimos lo que necesitamos y esperamos que nos lo conceda, y
que nos lo concedan aún sin merecerlo.
La oración del Padrenuestro hay que decirlo con el corazón
abierto, pues le pedimos a Dios cosas serias comprometiéndonos nosotros: “Perdónanos como nosotros perdonamos”. ¿Perdonamos de verdad?
Tiridates, el mejor amigo del rey Artajerjes, de Persia,
murió. El rey Artajerjes lo echaba tanto de menos que le pidió a su esposa, la
reina Aspasia, que de vez en cuando se pusiera los mantos del difunto Tiridates
pues así amortiguaba su pena, si lo haces te concederá lo que me pidas.
Si Artajerjes le ofreció a su esposo concederle lo que le
pidiera por sólo ponerse un manto, ¿se imaginan lo que Dios nos concederá a
nosotros sí acudimos a Él con las palabras que nos ha enseñado su Hijo
Jesucristo?
●
No pretendas cambiar el mundo si tú no cambias
antes.
●
No obligues a nadie a hacer tu voluntad, sino
ofrécele hacer la de Dios.
●
Siente vergüenza de pedirle a Dios que te
perdone sin tú conceder el perdón a los demás.
●
Alégrate con el Reino de Dios, y disponte a
acogerlo.
● Pídele
que te ayude a no caer en la tentación, pero pon tú algo de tu parte.
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