domingo, 7 de junio de 2015

La Homilía de Don Julián para el domingo 7 de Junio CORPUS CRISTI

Corpus Christi 7 de junio. Mc 14, 12-16, 22-26.
Uno de los más antiguos textos cristianos sobre la Eucaristía procede del filósofo y mártir del siglo II, san Justino. Afirma que “se nos ha enseñado que aquel alimento sobre el cual se ha pronunciado la acción de gracias. es la carne y la sangre de Jesús, el Hijo de Dios encarnado… Nosotros celebramos siempre el recuerdo de estas cosas; y, además, los que tenemos alguna posesión socorremos a todos los necesitados, y así estamos siempre unidos… Los que poseen bienes en abundancia, y desean ayudar a los demás, dan, según su voluntad, lo que les parece bien, y lo que se recoge se pone a disposición del que preside, para que socorra a los huérfanos y a las viudas y a todos los que, por enfermedad u otra causa cualquiera, se hallan en necesidad, como también a los que están encarcelados y a los viajeros de paso entre nosotros; en una palabra, se ocupa de atender a los necesitados”.
El texto es largo, pero es una magnífica descripción de cómo eran aquellas celebraciones en que los cristianos se reunían, como san Justino, precisamente en el día llamado del sol, “porque es el día en que Jesucristo, nuestro Salvador, resucitó de entre los muertos”.
La festividad del Corpus Christi es relativamente tardía en la Iglesia. Surge en torno a las primeras herejías eucarísticas, zanjadas por el Concilio XII de Letrán (1215) en el que se afirmó solemnemente la presencia real de Jesucristo en el pan y el vino consagrados. Se cortaba con ello toda una serie de abusos, que hoy nos parecen incomprensibles: enterrar a los difuntos con el pan consagrado, a mezclar el vino con miel…
Ya hace algunos años que el día del Corpus Christi es también el día de la Caridad. Significa una vuelta a aquello que expresaba el texto de san Justino. Porque si el sacrificio de la Nueva Alianza nos hace sentirnos en comunión con Dios, ya que la sangre derramada de Jesús nos hace participar de su vida, debe también significar una comunión con nuestros hermanos los hombres. Si comulgamos el Cuerpo de Cristo, del que fue “el hombre para los demás”, del que vino a servir y pasó haciendo el bien, la comunión y la participación en la Eucaristía, deben significar una llamada a la solidaridad con los hermanos. No sólo se recibe el Cuerpo de Cristo indignamente, cuando estamos en pecado mortal; también cuando no lo recibimos como una llamada a la generosidad y al compartir.
Cuentan que un barco velero cruzaba el mar en medio de una gran tempestad. Los navegantes tuvieron que arrojar todos los víveres a las aguas, y pasados unos días, varios de los tripulantes, faltos de alimento, murieron de hambre. Una madre, viendo que su hijo también iba a morir, lo abrazó, se cortó una vena de su brazo y lo fue alimentando con su sangre. Cuando el barco llegó a puerto, la buena madre, por hambre y la sangre dada a su hijo, murió. De mayor, su hijo recordaba que su madre le dio la vida por dos veces. ¡Esta es la historia de Cristo! Nos da su Vida para salvarnos de la muerte. ¿Se lo agradece usted?

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