domingo, 2 de noviembre de 2014

La homilía de Don Julián para el domingo 2 de noviembre


La hermana Muerte? 2 Noviembre. Todos los difuntos. Lc 24, 13-16.

¿Llevas flores y las colocas sobre la tumba de tus familiares? Bueno, el gesto es hermoso, pero ¿cómo trataste a esos familiares en vida? ¿Les pones flores porque los amaste y los amas?

Si pones flores ahora sobre las tumbas, o coronas y coronas el día de su entierro, pero no pusiste en su corazón amor y alegría en vida, eres… La Vida que viven ahora los difuntos, es amor y alegría de Dios.

¡No lo duden ustedes! Lo que van sembrando ahora en la tierra, lo que ponen de amor en los corazones de los que les rodean, lo recogerán de forma infinita en el Cielo.

¿Y por qué hoy recordamos a nuestros difuntos? Porque “de bien nacidos es ser agradecidos” y porque queremos “ayudarles” con nuestras ofrendas si es que las necesitan, y pedirles que ellos nos ayuden si ya están en el Cielo. ¡El amor no muere, y el recordarlos es un intercambio de amor!

Los judíos ponen sobre las lápidas de sus difuntos piedras, para expresar que su amor y recuerdo hacia los que allí yacen, será duradero como esas piedras. Nosotros les ofrecemos oraciones y eucaristías como muestras de amor y perenne recuerdo. El valor de la Misa es infinito y por eso se lo ofrecemos en la certeza de que si la muerte les sorprendió con alguna mancha de pecado, la misericordia de Dios y nuestras súplicas, dejarán sus túnicas bautismales blancas y nuevas.

Dios lo puede todo, nosotros no podemos nada, pero nuestras oraciones dirigidas a Dios, si son humildes y confiadas, Dios les infunde una gran potencia: “Un corazón humillado y despreciado, Tú no lo desprecias, Dios mío”.


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