La hermana Muerte? 2 Noviembre.
Todos los difuntos. Lc 24, 13-16.
¿Llevas flores y las colocas sobre la
tumba de tus familiares? Bueno, el gesto es hermoso, pero ¿cómo
trataste a esos familiares en vida? ¿Les pones flores porque los
amaste y los amas?
Si pones flores ahora sobre las tumbas,
o coronas y coronas el día de su entierro, pero no pusiste en su
corazón amor y alegría en vida, eres… La Vida que viven ahora los
difuntos, es amor y alegría de Dios.
¡No lo duden ustedes! Lo que van
sembrando ahora en la tierra, lo que ponen de amor en los corazones
de los que les rodean, lo recogerán de forma infinita en el Cielo.
¿Y por qué hoy recordamos a nuestros
difuntos? Porque “de bien nacidos es ser agradecidos” y porque
queremos “ayudarles” con nuestras ofrendas si es que las
necesitan, y pedirles que ellos nos ayuden si ya están en el Cielo.
¡El amor no muere, y el recordarlos es un intercambio de amor!
Los judíos ponen sobre las lápidas de
sus difuntos piedras, para expresar que su amor y recuerdo hacia los
que allí yacen, será duradero como esas piedras. Nosotros les
ofrecemos oraciones y eucaristías como muestras de amor y perenne
recuerdo. El valor de la Misa es infinito y por eso se lo ofrecemos
en la certeza de que si la muerte les sorprendió con alguna mancha
de pecado, la misericordia de Dios y nuestras súplicas, dejarán sus
túnicas bautismales blancas y nuevas.
Dios lo puede todo, nosotros no podemos
nada, pero nuestras oraciones dirigidas a Dios, si son humildes y
confiadas, Dios les infunde una gran potencia: “Un corazón
humillado y despreciado, Tú no lo desprecias, Dios mío”.
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