domingo, 7 de septiembre de 2014

La hoilía de Don Julián para el domingo 7 de septiembre

Ayudar a corregirse. XXIII T.O. 7 Septiembre. Mt 18, 15-20.

Antes de “corregir” los defectos de alguien debe asegurarse de que esos defectos existen, pues la gran mayoría de las veces son proyecciones de prejuicios o manías, o incluso deseos de humillar a quien le cae mal. Recuerde:
Una señora estaba convencida de que la vecina de enfrente lavaba mal sus sábanas. Miraba por la ventana y se decía: ¡Qué cochina es mi vecina! ¡Qué mal hace la colada, con lo buena persona que es! Un día salió de su casa con intención de decírselo a su vecina, pero al legar a la altura de las sábanas vió que estaban superlimpias. ¿Qué misterio era éste? ¿Cómo es que ella las había visto desde su casa sucias y ahora, minutos después, las veía limpias? Volvió a su casa y se dio cuenta que eran los cristales de su ventana los que estaban sucios.
¡Limpia tus ojos, tu mirada de prejuicios antes de ir a corregir a nadie! No corrijas a los demás si no estás movido por el amor y actúa con amor. La prudencia, el tacto y el respeto deben estar en tus correcciones. ¡Hay que corregir a los que actúan mal!
Sí, pero como si fuera Cristo quien lo hace. A nadie le gusta que le corrijan, pero la corrección fraterna es medicamento que cura. ¿Qué pensaríamos si un médico ante el paciente con una enfermedad seria no le recetara nada o le mandase tomar bicarbonato? Lo tacharíamos de pésimo médico. ¿Y cómo tachamos a un cristiano que no ayuda a otra a corregirse un gran defecto que perjudica a otros?
Que pecamos es una realidad innegable, pero ¿quién se atreve a hablar de pecado? Si alguien habla hoy de pecado, del mal que causa Satanás, no es extraño que alguien le diga: “¡estás para ir a un psiquiatras,, o de juzgado de guardia o hasta del tribunal constitucional!”. “Yo soy hipersensible y al hablar usted de pecado es como si me maltratara”.
Limpiar nuestra mirada para ver bien a los demás. Limpiar nuestras conductas de egoísmos que nos hacen caer en el pecado, y sobre todo seguir hacia la meta que es la santidad, que es ser sendero del Sendero de Cristo.
Me caí, me levanté,
sacudí mi ropa,
sonreí y comencé nuevamente.
Pasó el tiempo, tropecé,
me levanté y caí…
me levanté,
sacudí mi ropa, pero esta vez
mis rodillas sangraron,
las limpie…
y comencé nuevamente…
Si nunca hubiese caído
nunca hubiese sentido su mano
y que la alegría está a mi lado.

- - - - - -

No hay comentarios:

Publicar un comentario