IX T.O. 10 Agosto. Mt 14, 22-33
El miedo te hunde.
Un viajero se pierde en un bosque y se
encuentra con una anciana ciega. Esta anciana le dice que sabe el
camino y que le puede hacer de guía, aunque ya sea de noche. El
viajero le dice: “Ya es de noche, eres muy anciana y además
ciega”. La anciana ciega lo coge de la mano y le dice: “Camina
conmigo y con plena confianza”. Así lo hizo y encontraron el
camino.
¿Quién es la viejecita y ciega?
La anciana es la fe. Es anciana porque existe desde siempre,
no es un invento humano. Es ciega porque no ve a Dios, aunque
nos da la confianza de verlo algún día en nuestra existencia.
Hay muchos que dicen: “Yo sólo
creo en lo que veo”, sin darse cuenta que lo que se ve no
necesita que se crea en ello, se ve. Creer es confiar, no ver.
Creemos en miles de cosas que no vemos. ¿Por qué un alumno cree que
el Sol está a 148 millones de kilómetros de la Tierra? El alumno
cree al profesor. ¿Quién puede medir el amor? Todos creemos
en el amor, aún después de que alguien nos haya engañado cuando
decía que nos amaba.
El creer no depende de la inteligencia
que uno tenga, sino del amor. Amar a Dios y amar al prójimo son los
cimientos básicos para vivir una vida de Fe. La fe brota de la duda
razonable: ¡Alguien ha hecho lo que existe! ¡Yo creo, aunque no lo
vea, en ese Alguien!
Cree y confía. San Pedro
comenzó a hundirse cuando empezó a dudar.
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