jueves, 8 de diciembre de 2011

INMACULADA


El 5 de diciembre de 1934, apenas un año después de haber sido consagrado sacerdote, el Siervo de Dios Ángel Muñoz de Morales Sánchez Cano, pronunciaba un sermón en la Iglesia de Santa María de la Estrella, de Almadén, de cuya Parroquia, en febrero de ese año, había tomado posesión de su cargo de Coadjutor.
Este sermón, así como otros ventiocho, fueron escritos a mano en su totalidad por el Siervo de Dios y tales escritos se conservan en su estado original.
He aquí, la transcripción de un párrafo del sermón de aquél día en el que se puede apreciar el santo apasionamiento del orador al describir la pureza de Nuestra Madre Inmaculada.

"Para que al nacer su nacimiento anunciara días venturosos al mundo entero; para que al encarnarse en su virginales entrañas el Hijo del Eterno la hallara digna de ser su afortunada Madre; para que al ir a visitar a Santa Isabel, su visita hiciera descender sobre la casa de su prima la más copiosa lluvia de bendiciones celestiales para que por un lado brillaran más y más en la Purificación su profundísima humildad y su admirable obediencia y la Presentación y ofrenda de su Hijo en el Templo fueran del todo agradables a sus divinos ojos; para que al pie de la Cruz pudiera ejercer debidamente los oficios de mediadora y corredentora; para que su Asunción a los cielos fuera verdaderamente triunfal y gloriosa y para que finalmente desempeñara con honra y provecho en la corte del Rey Inmortal de los siglos los cargos de Reina de los Ángeles y Abogada de los hombres, se requería como condición indispensable el que hubiera sido concebida sin mancha de pecado original.
Esta concepción, pues, tan limpia y tan hermosa, esta concepción sin la cual sus otras prerrogativas hubieran sido obscurecidas y afeadas por la sombra del pecado, esta concepción que tanto honra a la Santísima Trinidad, que tanto consuela a los hombres y tanto humilla a los demonios, es el fausto y extraordinario acontecimiento cuya conmemoración celebramos en estos días los hijos de la Iglesia. Innumerables y armoniosas voces suben al cielo en estos días para felicitar a la Santísima Virgen por la primera victoria que obtuvo sobre el enemigo infernal. Mi voz aunque débil, aunque ingrata a vuestro oído va a formar parte también de ese coro universal que canta con frenético entusiasmo el himno de la pureza Inmaculada de María.

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